jueves, 10 de abril de 2008

VAYA MALA PATA...

Albacete, mediados de los ochenta, nos encontramos en uno de los pisos que los nuevos, y solteros, ferroviarios disponen para su refugio. Pisos compartidos por los trabajadores de Renfe, normalmente veinteañeros; que se ven obligados a dejar atrás el lugar de su nacimiento, o cuando menos el sitio donde se han criado. Todo en pos del curro. Ahora, estos muchachos, esperan ansiosos el inminente traslado (eso les dicen desde la empresa para calmar inquietudes, pero que siempre tarda más de la cuenta), para, una vez bien abrochado el trabajo fijo para toda la vida, abandonar el desarraigo. Mientras tanto, siempre que pueden intentan divertirse. Es fácil hacerse a la idea. ¿Quién no conoce a un ferroviario que haya estado unos años fuera de su hogar? Cachondeo no falta en ese gremio y en esas circunstancias.
"El Rubio", dormita en su cuarto de uno de esos pisos bien entrada la noche. Tiene como compañeros a "el Maquinista" y a "el Pirata". Esto de los motes es muy socorrido debido a la similitud en los nombres y apellidos entre los jóvenes compañeros. El Rubio tiene el sueño ligero en ese momento, pero arrastra algo de cansancio por eso se mueve en un duerme vela. Y sueña. ¡Vaya!, no tiene con quién soñar nada más que con sus compañeros de piso.
...El Pirata entra al piso con un buen colocón acompañado del Maquinista, y con ellos una muchacha lugareña a la que se le aprecia una prominente cojera. Las carcajadas hilarantes se abren paso por todo el bloque, risas alocadas acompañadas de comentarios algo inefables para la persona fuera de este trío. "Quédate tú a la chavala", espeta el Pirata con su deje sevillano, "te la regalo", insiste. El Maquinista no hace demasiado caso a su compinche de juerga, pues ya tiene puesto todo su razonamiento en llevarse a su cuarto a la joven. Se oyen ruidos de colchoneta con los que todos estamos familiarizados. Sí, el Maquinista y la coja, al parecer, están follando. Ella grita, con la borrachera, palabras incoherentes. El Pirata se empalma al escucharlos y golpea el tabique de su vecino para decir: "¡Tú, pásame a la coja!"; "¡espera, hombre!, que tiene la pata de madera"; "¿¡cómo!?, que tiene la espalda de madera, jejajajejaa".
El sueño se torna profundo en esos momentos...
El Rubio, chico sensible, se levanta a la orden del despertador meditando sobre el sueño que ha tenido, algo desagraviado por el tema pero sin poder evitar reírse un tanto. Qué cosas pasan. Mientras se lava los dientes cree observar de soslayo una prótesis de madera dentro de la bañera cuando le llega una voz femenina cercana que parece recriminar: "¡para esto me he quedado yo hasta las 7 de la mañana!, vaya par de maricones".
Al poco rato, El Rubio se dirige a trabajar siempre recordando a su deseado traslado y a su Málaga natal con gran intensidad.
(Inspirado por Eduardo L. Rosales).

2 comentarios:

MANUELO dijo...

Es una historia de lo más real. Me trae recuerdos de juventud agradables. Estilo audaz.

MANUELO dijo...

Escuché esta historia media docena de veces por boca de mi compañero y amigo Rosales hasta que me animé a plasmarla. Juntos, con más muchachos, vivímos una época de bastante ansiedad e indefinición, algunos más que otros. Aunque nuesta juventud y la ilusión por un futuro laboral estable pudo con todo. Por desgracia, alguno salió de allí marcado hacia el final más trágico... pero esa es otra historia.