lunes, 30 de junio de 2008

INFARTO NOCTURNO

Jadea como un toro que espera la estocada, igual al atleta que acaba de cruzar la meta, resollando al cavar impetuosamente una zanja al sol, ¿será la suya? Gira la cabeza, una y otra vez, doblando su cuello de piedra, con el paso presuroso que intenta lanzarse a la carrera pero no puede, ¿qué ocurre?, hay una cuesta empinada, cada vez más, con escalones que crecen cuando mira atrás, y suda. El sudor le ciega. Mira una esquina, no, es un árbol que engorda si lo observa, y gira la cabeza, y corre, ¡no!, anda con las rodillas pétreas para sentir que algo lo sujeta por detrás y siente una mano recia penetrando su columna vertebral que le golpea el corazón.

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