domingo, 27 de julio de 2008

UN PIQUE diríase SEXUAL

En el preciso momento que ella le reveló el motivo por el que no había vuelto a acostarse con él y no quería volver a verlo, y que no era otro que la vergüenza que sentía por haber hecho el amor borracha, o sea follar, y no querer reconocer que no le gustaba como pareja, justo al contrario de lo que sucedía con él, entonces quiso saber por qué coño lo hizo en aquélla, y por primera vez, ocasión. Al parecer, ella decidió recurrir a una frase castigadora al sentirse agobiada por tener que dar explicaciones, a sus años, a un tipo que consideraba pasado de su edad y al que había conocido en plena acción bareto-etílica, pues, eso, va y le contesta que fue por lástima debido a la situación, y él, que ya iba preparado para alguna salida de ese estilo por parte de la mujer, va y le replica, pues, mira, me estoy poniendo más triste, por momentos, que un parado involuntario, qué te parecería si me das otra mano sexo-psicológica como la otra vez, que tan bien se te da, y espero que esta vez me invites tú a mí a todo el alterne, cari...
Mirada de asco y adiós.

viernes, 25 de julio de 2008

PR"O"POSICIÓN


Ante las fuertes tempestades resurge,
las sabias decisiones le alimentan
con el clamor de la tierra
so al cielo pide agua
y la dosis en avalancha desequilibrada
que a veces la empaña
hacia ese natural desorden
de aquellos
que, según,
para ella escancian
bajo el caos dominante de todo,
en desajuste,
bien la emana.
Quisiera sufrir sobre mi tierra
desde éste, mí, anhelo
sin tu fiera coraza
contra el enemigo
de la esperanza
tras rodearme
por tu cielo.

UN GESTO SUBLIME

Federico Mínguez vive solo. Esta mañana se dirige a dar su cotidiano paseo, interrumpido por un café bien calentito, que le distraiga del aburrimiento diario. Está el hombre un tanto calvete por la cocorota, ésa que se rasca de atrás hacia delante mientras ingesta el tórrido líquido. En su bar favorito contempla un cuadro, regalo suyo; que a veces, lo hace llorar favoreciendo sus rasgos marcados por la dejadez. Le gusta madrugar, costumbre que no ha perdido al jubilarse después de 40 años de trabajador metalúrgico en una factoría del polígono de Camarmilla en Alcalá de Henares, a la que recientemente nombraron Patrimonio de la Humanidad, insuflándole mucha alegría, ya que su mujer nació allí en la ciudad Complutense. Federico es un jubilado forzoso en la táctica de las empresas por medio de las bajas incentivadas para aquéllas que pretenden los beneficios por encima de cualquier otra cuestión. Toda la vida ha sido sindicalista. “Me han quitado del medio”.
Federico a duras penas aguanta la vista de los paisajes cercanos que rememoran su feliz matrimonio. Quiere marcharse del lugar. “Soy un olmo en medio de un gran bosque de pinos”. Ahora agarra su paquete de tabaco y su caja de mixtos para que más tarde el humo abra una cortina entre él y los demás, aunque es un gran observador de las circunstancias humanas. “La cama no es lo mío”, expresa a los conocidos en el hogar del jubilado del Chorrillo. A veces, pinta algún paisaje al óleo. Su mujer era su crítica y admiradora. Últimamente suele escribir algunas reflexiones y recuerdos por pura catarsis.
Hoy ha pensado variar su recorrido, quiere saber, explorar, lo que para él es el estudio connotativo de aceras, caminos, altibajos y toda suerte de trabas y obstáculos con los que pudiera toparse. Luego en casa hace un pequeño plano que irá reformando con cada nueva caminata. ¿Pero por qué su casa está desordenada y con los cuadros torcidos?
Él es un quejica. Se queja, el hombre, de no tener ya nada que hacer en esta vida. No tiene hijos, fue imposible por culpa de su esterilidad, y de los fallidos intentos por adoptar. “Estos fascistas me van a castigar mientras viva”.
Ve el recién inaugurado puente de hierro que sortea las vías del tren, se alegra al pensar la vuelta tan grande que la ciudadanía va a ahorrarse. Dos barrios humildes, antes suburbios, quedaran por fin unidos para siempre, piensa, mientras se arrima el cuello de la camisa hacia su cogote pelado. El puente es de una estructura sólida y uniforme, hierro y hormigón, bailando, gris, estrecho, y con la altura justa para librar la catenaria del tren. “Pandilla de tacaños”. Se acerca con lentitud, se percata de la falta de iluminación de la construcción. La madrugada le ayuda a definir la situación, la fresquita le roza la cara.
Entonces, distingue algo, sí, una silueta humana, en lo alto del puente. Le parece inmóvil al primer vistazo y el detalle le choca. La brisa es poderosa y no debe apetecer mucho estarse quieto allá arriba. No es una parada de autobús ni debe ser una cita, desde luego. La figura se define a medida que él sube la rampa. Es una jovencita con una melena larga y despeinada, normal, el viento hace su trabajo. La observa realizar movimientos extraños. De lejos parecía quieta, pero, ahora se le reconoce una alteración nerviosa, que la hace ir cambiando de posición, para alternar el apoyo en la barandilla de un codo a otro, en impulsos respingosos. Y cambia la inclinación de su escultural cuerpo de lado, en plan brutal. Fede, desde abajo se para impresionado. Ella podría dañarse, lanza la mirada al cielo, inclina su cabeza y después se golpea. Este gesto crea una duda en nuestro protagonista, donde la locura de la muchacha la resolvería. “¡Qué coño!”.
De pronto, por la lejanía de una última curva comienza a florecer una luz amarillenta, acompañada de un ruido entremezcla de pitidos reiterativos de una gran bocina que crecen a cada instante. Viene un ferrocarril. Vuelve a mirar a la muchacha. Ella quiere brincar. Ella quiere tirarse a la vía, al paso del tren. “¡Oh no!”, exclama aterrorizado. La chica alza un pie por encima de la barandilla y se dispone a forzar sus brazos, va a saltar. Los gritos de él se ahogan en el ambiente, da un salto para los dos últimos peldaños, pues, y avanza, jadea, y corre como hacía muchos años. La frenada del tren no llegará a tiempo de arrollar a la chica, de ocurrir lo inevitable. Se entabla una veloz carrera entre un ser humano y una máquina. Ella mantiene ahora los dos pies en alto y el culo aposentado en la barandilla, sólo basta un mínimo impulso para caer. Él llega, la agarra por la cazadora, le pega un tirón, la arrastra a piso firme, la suelta, se agacha para resollar, la mira, resopla.
Dos minutos más tarde, los dos abrazados, más bien él la arropa para evitarle los tiritones que ella está soltando, bajan las escaleras buscando la seguridad de la acera.
Fede, antes de preguntar nada, recapacita sobre la circunstancia que ha vivido en tan intensos minutos, comienza a deducir que la chica ha sufrido algún tipo de trasiego nocturno especial. Ella viste ropa muy sexy; falda corta y estrecha, con blusa ajustada. “Cuéntame, hija”, la anima, mientras le ofrece su pañuelo. Ambos se han hermanado con un banco del parquecillo cercano. La chica se recupera por momentos, pero parece abstraída, rompe a llorar desconsoladamente. Al parecer al recuperar la lucidez reconoce lo que ha estado a punto de hacer. Querer suicidarse. “Anda, hija, cuéntame”
Ella habla, cuenta, se llama Liliana, relata su aventura, la huida de su país de origen a la madre patria, del engaño soportado bajo amenaza de unos hombres que comercian con el sexo, de una noche disparatada de drogas y alcohol, cansada de que se la follaran, y su escapada por la ventana del baño. Sí, sin duda alguna, Liliana es una joven prostituta, con la adolescencia perdida en antros carnales.
Fede no comprende como puede esa situación llevarla al suicidio, ya que él ni se lo ha planteado cuando la oscuridad de la soledad le penetra el alma. Pero comprende en el acto que si existiera la Providencia, o simplemente una meta florecida, ha sido elegido para solucionar esta debacle que asedia a este ser humano. Fue tan rápida la decisión que pareciera que él la esperaba desde siempre. Ahora debe eliminarle todos los miedos.

- No te preocupes por nada. Si el destino nos ha unido ningún hijo de puta nos va a separar. Te ayudaré hasta el final, Liliana, hija. Vamos a mi casa donde te adecentarás y descansarás hasta que te apetezca. No vas a volver al lugar que te ha llevado a esta situación. Vamos, hija, sígueme.
- Me buscarán. ¿Y si me encuentran?
- No te va a pasar nada. Cuando pasen varios días iremos al ayuntamiento y nos lo tendrán que solucionar, te lo juro. Además tengo un amigo policía. Mis impuestos deben servir para este tipo de ayudas, también. Ya verás.

Liliana y Federico entablaron a raíz del suceso una soldada amistad. Más que amigos se convirtieron en familia. Se les veía pasear por encima del puente y riéndose en más de una ocasión; mientras señalaban la llegada de una nueva composición de tren que se acercaba a toda velocidad, al poco tiempo de confirmarse en el ayuntamiento de la plaza de Cervantes, que, si algo malo le sucediera a la muchacha o a él, cerrarían el club de la carretera de Guadalajara para siempre, amén de meter en la cárcel a todo cristo viviente.

Liliana aceptó el alojamiento que le proporcionó Federico a cambio de una labor como empleada de su hogar. Al fin, su hogar permanecería ordenado. Él podría pintar todo el tiempo que quisiera y además la casa ya no se le haría tan fría. Ella podría llevar una vida normal durante el día, si así lo deseara.
Federico Mínguez pintó un cuadro al óleo, de dimensiones grandes, en el que se veía a la chica que le dio harto motivos considerables para seguir viviendo, conversando con un vecino veinteañero, y que contemplan, los dos, justo la dirección que indica el horizonte. Cuadro muy parecido al que le hacía llorar de vez en cuando, en el bar, que refleja una misma situación con su difunta mujer, de título: UN GESTO SUBLIME.

lunes, 21 de julio de 2008

EL QUINTO JINETE

Núbil apocalíptico jinete
plagando de horribles dudas
de oscuras inquietudes
de caótico colorido
desasosiego de almas
de progenies pesares
de briosas penas
al hombre subordinado
a ti, viéndote cabalgar
en tu impasible adelantar.
Terrorífica cruzada a cinco
arrasadores emblemas destructores.
Tú, el más joven
aprendiz y destacado.
Tú, él más joven
de cinco y torturando.
¡Tú!, el quinto del Paro.
¿Cuándo desaparecerás, cuándo?

CUANDO AQUELLO DESPIERTA


Cuando aquello despierta
a la irremisible llamada de lo escondido
que durante todo un largo tiempo
se ha cobijado entre fragores más próximos
y más presentidos éstos
que inundan a su arrollador paso
el total de nuestras emociones más brumosas
tiéndele un abrazo.
Cuando aquello despierta
y lo refugiado en esos lances pide paso
(¡oh, escondite sorpresa!)
si le damos el esquivo trato
(dónde hay miedo no hay salida)
avalado por el misterio con que se presenta
(la chispa es fugaz y además tiende a apagarse)
entonces ese resplandor inesperado,
inquieto, trastornador, sublime, acaparador
rápido tenderá a morir.
Cuando aquello despierte
tiende, tiéndele un abrazo acogedor
en un acto de espabile
aférrate, agárrate, esmérate
que con ello tenderás un lazo entrañable,
una oportunidad ante la desazón,
un abanico que se abre,
la ilusión de un nuevo día que crece,
un despertar de tu propio arte
y, en fin, un regalo de la vida.
Ponle un nombre a aquello
(amor, arte, amistad, creatividad... respirar)
y lo demás vendrá volando.

domingo, 20 de julio de 2008

JORNADAZA




Me despierto.
Tomo café y cago.
Me afeito, a veces.
Salgo a la calle.
Dichoso curro.
Saludo.

Miro de reojo.
Mastico.
A veces, pienso.
Trabajo de nuevo.
Salgo a la calle.
Fantaseo con las chicas.
La desesperanza me aparece,
dichosa aventurera, de los cojones.
A veces, hasta pienso.
Llego a casa.
Una ducha y a la cena.
Discuto con mi mujer.
Discuto con mi hijo.
Discuto con la tele.
Discuto conmigo mismo.
Discuto y discuto.
Me acuesto.
Mi mujer me da la espalda.
Qué buena estaba la locutora del telediario, pienso.
Y qué fue de aquella juvenil ilusión.
Alguien me sonrió esta mañana.

Sueño que te sueño.
Despierto, otra vez...

Ayer pensé unos versos en el metro...

lunes, 14 de julio de 2008

LA HORMIGUITA CAPRICHOSA

En una ocasión a un allegado, "el Montoya", le picó, más bien mordisqueó, una hormiga cabezona en un escroto, ahí, en el momento que reparaba, en el campo -el trayecto- junto a las vías del tren, un C.V. de seguridad ferroviaria en pleno proceso de brigada de socorro que lo tenía muy ocupado, y algo agobiado, durante todo el fin de semana, debido a la escasez de personal. Al parecer la hormiguita quiso participar en el evento al declamar aquél su frase en una nueva ocasión: "ya estoy hasta los cojones... ¡Aaayyyy!"
Hija de la gran puta, me comentaba entre risas. Menos mal que no quiso rendirle homenaje a tu apellido... ¡polla!, le repliqué.

miércoles, 9 de julio de 2008

UN TEST CAPRICHOSO

En el momento que Jorgito, de once años, leyó la pregunta del test para su futuro ingreso en el internado especializado en minusvalías físicas no sabía si reír o llorar. ¡Cómo se le puede preguntar a un sordo por el inventor del teléfono!

LA VIUDITA

Lloraba y lloraba la viudita desconsolada sobre la tumba. "No se preocupe señora, el tiempo lo cura todo", la consolaba el transeúnte. "Sí, sí, todo, claro, menos las deudas que este canalla me ha dejado, con otros dos hijos que resulta tiene por ahí con otra, ay...". Contestó aún más desolada.

lunes, 7 de julio de 2008

"K"ATARSIS SOCIOLÓGICA en clave de AJO Y AGUA

Remontándonos mentalmente muy atrás en el tiempo, ¡ojo!, sin dolores de cabeza, justo hasta aquellos días en los que la humanidad vivía en tribus, asentamientos simples, principio aquéllas de la futura colectividad, primerizas estructuras urbanas humildes, y origen de las primeras clases sociales. Vaya por delante esta concisa entrada.
Hay una clase de hombre de tribu en especial que está a punto de crearse, a la par que en otras de asentamientos cercanos y que comienzan a relacionarse entre ellas, por las distintas comarcas vecindales.
Los intercambios entre ellas necesitaban de una coordinación exquisita, porque de no ser así el impulso genético daría a la lucha entre los cabecillas, ya conformados como los arcaicos jefes, antepasados algunos de los primeros reyes. El más fuerte y hábil en la lucha y la caza llegaba a mandar por ese motivo en preciso, pero podría no tener inteligencia para lo otro. Creo que todos hemos pensado algo parecido en alguna ocasión
Surge, entonces, auspiciada por la familia del mandamás, la necesidad del intermediario, negociador, consejero, etc., para velar por los intereses del clan, que no es otra cosa que los intereses del jefe y los suyos. Es el antecesor de los políticos, una nueva clase de humanos.
Ya no realizará esfuerzos físicos para poder convivir en la agrupación. Desde primer momento será elegido, con el dictamen principal del jefe, por el resto de seres. Aunque en aquella época no necesitará un sufragio para abandonar su labor, si no que será ejecutado a la mínima de cambio si la caga. ¡Tela!
¿Cómo evitar la muerte? Sencillo, hace lo que le pide el cabecilla y poderoso superior arrebatando materialmente todo lo que pueda para él, y contentar al resto con los sobrantes de esa operación, para que no se revolucione. Por cierto, lo único que teme dicha clase.
Y si la cosa se le pone cruda, y ahora me refiero a que han sucedido una serie de generaciones de estirpe política y ya no es una persona sola, se hace una mala gestión con la tribu vecina y surgirá rápidamente la hostilidad. Se consolida el liderazgo del poderoso, ahí, y al pueblo se le entretiene con las afrentas de un nuevo enemigo, de modo que todos tendrían en lo qué pensar antes de revolucionarse.
Ese negociador político, ¿ha variado en sus estrategias a lo largo del avance de la sociedad?; lo dudo, la impronta es muy poderosa. Aunque siempre con esperanza pienso que en alguna ocasión sí que lo haya hecho.
Si siguen estando al servicio de los poderosos y sus migajas, esquivando al pueblo que es de donde procede todo, se merecerían una buena revolución, mismamente dentro de tu tribu más cercana en la atomización moderna, y que bien los acojonara de vez en cuando.
Y si no, ¡ajo… derse y agua… ntarse!

domingo, 6 de julio de 2008

RECLAMO












Guerra, hambres, enfermedades horribles, superpoblación, paro, miseria, penalidades, locuras, racismo extremo, ansias de poder destructivo, destrucción de la naturaleza, locuras múltiples...
Como siga Dios durmiendo mucho más tiempo, mataremos
la esperanza, el amor, la amistad, la comprensión, el arte, la ecología, la bondad, el perdón, la risa, el cariño, el coraje, la paciencia, el compartir, el valor, las bodas, la pareja, la sensualidad, los orgasmos...

UN UNIVERSO EN MINIATURA

Nuestra pandilla la formamos tres chicos y dos chicas, todos rondamos los veinte años, y a cuál mejor. Y reflejo esto con empaque porque todos nos queremos exageráo desde chicos. Nacho y Alba, forman pareja desde hace tiempo. Una tarde se regalaron un beso delante de tós, y ¡hala! se acabaron los coqueteos de los demás; con mi chica nada de nada; dicho que aprendió de un veraneante foráneo, de Graná. Alba es rubia, delgada, resoluta, risueña y muy estudiosa. Nacho se enamoró de ella en cuanto tuvo algo de conocimiento. Él es un tío de los guapos, según todas, y sólo piensa en jugar al fútbol, aunque no le impide aprobar todas las asignaturas. Luego nos divertimos como podemos Luismi, Mary y este servidor, Lolo. En ocasiones, me siento como un verdadero tostón. Nosotros tres somos los solteros; y presumimos de ello ante todos, no se crean. De qué buena gana, tanto él como yo, dejaríamos de serlo muy a gusto. Y nos jartaríamos de darle la mano y besuquear a la Mary delante de el pueblo. Luismi es más gordito que yo, pero el jodío es más alto y guapo.
Solemos planear algunas aventuras que resultan emocionantes y, por sorpresa de vez en vez, hasta algo peligrosas, pues los cinco somos atrevidos y temerarios, a la hora de trepar y explorar por sitios casi inaccesibles, por algunas laderas y veréas de Sierra Nevada. Vamos a esos lugares en bici y pasamos la jornada al completo. Por ejemplo, el verano pasado nos decidimos a explorar una cueva que hay en el Cerro de la Muela. Era un día otoñal, espléndido con un cielo azul claro sólo manchado por la estela de un avión a reacción. Allí descubriríamos algo asombroso. Ya verán, ya, sobre todo para mí.
Ahora quiero recordar como todo el contorno y el clima cálido y arropador enarbolaban la figura esbelta de Mary; su negra melena casi zahína, su exquisito movimiento, y su pantalón vaquero estrecho que redondeaba su trasero y lo resaltaba con movimientos armónicos. No podía apartar la vista de ella cada vez que escalábamos un risco y la dejaba pasar primero. “Qué buena está”, mi cerebro liberaba ese pensamiento, incluso a mi pesar. Ya en cierta ocasión me dejó bien claro que predominaría la amistad entre nosotros, sacrificando el sexo.
¡Qué mala suerte, que tengo!
El camino hasta llegar allí era una sinuosa vereda con gran cantidad de altibajos y recónditos bancales cercanos a las casitas de paredes blancas con las cenefas de pintura de cemento y de lejos acompañándonos las arboledas, todo con enorme silencio.
Al fin, avistamos la Cueva de la Muela. Situada en un pequeño monte de relieve cuadrado en el que la cueva en sí daba la sensación que era una caries del cerro, rodeada de vegetación de secano con tonalidades amarillentas y, a ratos, verdosas. La entrada era angosta y oscura, apenas un túnel.
Una vez dentro, se abría una especie de galería por la que tuvimos que pasar agachados. Al final, se despliega una especie de habitación totalmente iluminada. Caían gotas del techo y en el suelo resaltaban bastantes charcos de agua. Pero, ¿de dónde procedía esa luz tan protagonista y que desplazaba toda oscuridad del fondo? Qué fenómeno tan poco corriente.
La curiosidad reinó en nuestras miradas. Quisimos averiguarlo y nos encaminamos con decisión directa al interior. Nachó encabezó la expedición, asida de su mano lo siguió Alba, su novia. “Qué suerte tiene el tío”. Inmediatamente detrás, Mary avanzó decidida; después yo, tras una recriminación de Luismi, que cerró la fila india.
Serían unos treinta metros de incertidumbre los que recorrimos con paso firme y sigiloso, acción hermanada con nuestros andares. A mitad de camino un eco nos sobresaltó y paramos nuestro movimiento bruscamente, en seco. Choqué mis partes más delicadas y protuberantes contra el trasero de Mary. Qué gloria, por unos segundos. Siempre me ha gustado el culo respingón de la Mary. Recuerdo de pequeño contemplarla al saltar a la comba, entre salto y salto asomaba su culillo entre el vuelo de su falda tan blanquito como el pico del Veleta en invierno. A las demás vecinas también me gustaba contemplarlas, eso lo deben comprender, pero ella me ponía salío perdió, y en más de una ocasión, cuando ya era un mozalbete, tuve que salir corriendo de la plazeta con cualquier excusa improvisada; con una rebelde protuberancia en el pantalón, con tanta malafollá como un quiste en el hueso de la nariz.
Sí, claro. Ella giró la cabeza y la daleó un par de veces marcándome el terreno con su mirada. Seguimos de inmediato con la curiosidad álgida y la incertidumbre quemándonos los nervios.
Ya faltaban muy pocos metros para acceder a la habitación interior iluminada donde se vislumbraba fuera de una altura de unos ocho o nueve metros; el resto sería, más o menos, como el aula de un colegio, de unos cuarenta alumnos. Los conocía bien.
Todos quedamos fascinados por lo que vimos. Cientos y cientos, miles, de luciérnagas revoloteaban alrededor de una veta de color oro casi albino que debía su brillo a los rayos de sol, y que eran refractados de pared a charcos y vuelta para que se perdieran por una grieta del techo como si hubieran recibido una mano de limpieza en un particular lavado automático para una oscuridad añeja. Éramos cinco personas fascinadas y con la boca completamente abierta.
Pasaron varios minutos donde el protagonismo lo adquirió el abrazo fraternal que nos unía. El techo de la morada, ¡qué digo techo!: el firmamento de la cueva giraba como las luces de las bolas plateadas de una discoteca de pueblo. Cuánta hermosura, privada, sólo para nosotros, príncipes elegidos del reino de la de placidez...
¡Ho No!, Luismi besa en los labios a mi adorada Mary. ¡Ho No!, le da un morreo. Qué suerte la de mi amigo; seguro que con él eso de romper la amistad no le importa una mierda, pinchá en un palo. Disimulé la mirada. Ni lo notaron.
De repente la luz desapareció, y con ella las luciérnagas. La grieta apenas dejaba pasar un minúsculo rayo de sol que sólo nos serviría para encontrar la salida.
Ahora sí, ahora los cinco nos miramos sabiendo que los minutos anteriores labraron una profunda magia para todos. La sorpresa fue tal que no lanzamos ninguna foto. Qué tontos.
Siempre sabría que una maravilla puede ir acompañada de un fracaso, una decepción, un desengaño, que sé yo, ni en qué orden. Pero que todo eso es pura vida, que hay que esperar cualquier detalle sorpresivo de ella, para bien o para mal. Que una decepción para ti puede suponer una gran satisfacción para otro. Y también sabría que las satisfacciones buenas no son las desgracias de los demás; como siente algún tontolapolla, por mucho que lo disimule.
Me alegré, porque en aquella cueva hubo amor de todas las clases.
Durante el camino de vuelta recibí los abrazos más profundos que uno pueda desear, muchos besillos en las mejillas, donde la Mary se esmeró como nunca lo hizo. Luismi me dijo al oído que lo sentía, que esperaba el momento adecuado para declararse ante ella y que el pequeño milagro que habíamos contemplado lo ánimo hasta el punto de no poder contenerse. Alba y Nacho, dejaron caer que le habían comentado a una amiga de la facultad nuestras escapadas y que en la próxima vendría para acompañarnos. Amistad y amor: indisolubles y repelentes, todo al mismo tiempo.
Volví a La Cueva de la Muela. Al detallar el “cosmos” del que fuimos testigos, tuve frecuente compañía en mis visitas. Pero jamás se repitió tal maravilla.
También he comprendido que hubo un universo en miniatura en aquella íntima escapada, el formado por los sentimientos vírgenes y verdaderos.

martes, 1 de julio de 2008

El mundo, humanal, entero, entonces, sería CHAQUETERO

Coincidiendo con el cumplimiento de la mitad de su promesa por parte del gobierno de Zapatero en las Elecciones Generales de 2008 y el ingreso prometido en mi nómina (200 de los 400 euros del total) se ha refrescado mi memoria en cuanto a política se refiere. Aunque no controlo demasiado, sí que a veces me meto en conversaciones, creo que como la mayoría, donde me agrada dar mi opinión y/o tirar por tierra la de algún otro, creo también que como mucha gente.
Bueno. Si todo el mundo votara siempre al partido que benefició por primera vez, a fin de que nunca lo llamen chaquetero (que literalmente solamente significa aquella persona que cambia de opinión, que no es grave), serían absurdas unas elecciones, bastaría con tomar nota cuando la juventud fuera cumpliendo la edad de votar sobre su preferencia política y asunto resuelto, un recuento cada cuatro años por si hay que echar del poder al gobierno y que lo sustituyera otro partido. Suena un poco loco todo, pero a nadie le podrían llamar chaquetero político jamás. Es el voto vitalicio, al que hay muchísima gente abonada, por cierto.
Es un mote despectivo utilizado en política normalmente. Continuamente cambiamos de opinión a lo largo de nuestra existencia (sólo al que comprenda esto, para algunos la existencia se la marcan los que lo rodean con sus comentarios). Me refiero en política porque es algo que escuece cantidad si a uno lo toman por tonto en dicho aspecto. De ahí viene precisamente la palabra idiota, de los esclavos espartanos (los Ilotas) que en Atenas no les era permitido intervenir en la vida política.
Si el que cambia de opinión política es un chaquetero, la persona que se divorcia de su pareja para irse con otra ¿qué es entonces? Para el/la abandonado/a sí será un enorme chaquetero, amén de desgraciado/a. Sólo habrá cambiado de opinión.
El problema de llamar chaquetero a alguien, como otras palabras de relación paradigmática con ésta (machista, borde, etc.) que se pueden utilizar para una buena defensa en una discusión, y/o en algún pormenor con otros seres; es que hay que estar preparado para escucharlas de igual manera intensa al rebote, son palabras de ida y vuelta. Es decir, te lo llamarán para insultarte o cuando hayan agotado los argumentos o para ganarse el apoyo de los concurrentes o todo eso junto. Y a veces lo haces tú.
No se puede cambiar de equipo de fútbol, forma parte de la impronta (excepto en muy contadas ocasiones). No se puede cambiar de familia. No se puede cambiar de alma (eso sí, uno puede transformarla). Pero cambiar de opinión política, que no de ideas, repito: cambiar de voto porque te sientes castigado por el último que echaste, por favor, estaría bueno. Ahora bien, si surge algún papa natas que tiene absorbido el seso por algún politicazo con verborrea adictiva y trata de que tú te sientas mal por tu cambio de opinión, y por la suya de siempre de paso, ni caso, seguro que es de los que está deseando cambiar de pareja y le da igual que lo maltraten políticamente.
El problema es que para el cambio de opinión habría que elegir otro vocablo que no sea el de chaquetero. Insisto no es cambio de ideas. Ni es medrar ni hay que confundir con “trepar”.
Para mí, los que nunca cambian de postura teniendo opciones por temor al que dirán son muertos vivientes. Eso sí, con tal de ganar una discusión la tendencia es utilizar toda la artillería verbal de la que uno disponga, y si se es cortito se utilizará algún vocablo dañino muy rápidamente.
Puestos a pensar y decididos a ganar dicha discusión, normalmente entre un compañero de curro, el típico cuñado de reuniones familiares o el jubilado del ascensor, mi consejo es no justificar nuestro cambio de opinión política, quemar nuestras naves mandándolos a tomar por el culo; y que esos sigan votando al de siempre, haga lo que haga.
No va a tener uno la culpa, encima, por estar desengañado.