lunes, 2 de febrero de 2009

UN SEÑOR "PLUMAZO"

Sobre un grupo humano, compañeros de trabajo a diario con una media de cinco horas, todos muy juntitos para desarrollar la labor voluntariamente impuesta, se desarrolla una conversación periódica que cada poco tiempo resurge, como los ojos del Guadiana, para suavizar o esquivar las charlas políticas, sociales, tecnológicas o simplemente humanas en personas que viven en una gran ciudad y que ahí desarrollan sus vidas.
Pongamos por escrito que una de las conversaciones estrella es la de quién es el más “cabezón”, tanto físicamente como psíquicamente o sociológicamente. Tanto es así que llevar la contraria al prójimo, o próximo, se ha convertido en una disciplina y se le da más importancia a quitarle la razón al otro que a proponer ofertas propias; y es que en la ley no escrita de réplica, se acabará, al tiempo si no, por no proponer nada en voz alta para no dar pie, o pábulo, al rechazo.
Como es de “mala educación” decir las cosas directas se procura evitar, y con la excusa de elegir al cabezón campeón, se deslizan indirectas constantemente.
Y ahora viene el suceso.
En plena pelotera, no se especifica si fuere en voz alta, sobre la “cabezonería”, en esta ocasión de volumen físico, a uno de los integrantes de la historia planteada con anterioridad le da por cruzar por debajo de una semibarrera del parking que se encontraba alzada, sin percatarse. La “pluma”, rebelde, de la semibarrera (el brazo que una vez bajado no permitiría el paso de vehículos) cobra vida propia y le da por bajar de súbito. Le arrea un golpe certero en plena cocorota al fulano que a lo lejos parecería que lo iba a dejar K.O. Pues nada, el tipo sigue elucubrando sus pensamientos como si no hubiera pasado nada, y el brazo (repito: la pluma de la semibarrera) cae medio maltrecho al suelo al rompérsele las bridas de seguridad.
Va a ser el cabezón oficial de 2009, casi seguro.
A veces lo llaman: el Rubio, y es de todos el jefe inmediato.

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