lunes, 30 de marzo de 2009

AL FIN GEMISTE MI NOMBRE...

Penélope Cruz, Penélope y latina, Pe, morena y española, que Julio Romero de Torres hubiera pintado una y otra vez; tú adueñándote siempre de todo el cuadro, como uno de tus personajes.
Hace tanto tiempo que sueño con tu abrazo que se me aferra con todas tus fuerzas y me acercas hacia tu corazón, con suerte para mí tan cerca de tus senos, dos montículos turgentes coronados por dos tortillas, una de patatas y otra de jamón, jamón, que cobijan pezones de crianza madrileña, redondos y oscuros, como tú.

Así floreciste para mí.
Sueño que me besas con tus labios hinchados de placer desde la cima del mundo, para captar, lo sé, lo intuyo, que aún no has dejado de mirar hacia abajo como una niña, a lo último sola, que es lo que te dije en aquella ocasión que el sueño se convirtió en realidad durante unos segundos.
Estamos juntos en tu bañera del hotel. Yo repito tu nombre en intervalos precisos, porque te deseaba tan cerca de mí que no me puedo contener. Te dejas llevar por los recuerdos de esa gran canción que te bautizó. Te ruego que no finjas más, no es ningún rol de película, algunos de los cuales son maravillosos. Te pido perdón al oído por no acordarme de todos tus papeles europeos, aunque sí de los importantes, y me compensas con un baile sensual acuático, de repente tengo tus partes más intimas en mi boca. Estás húmeda por partida doble, tu monte de Venus es prominente, liso y muy negro. Huele a una mar desaforada. Vuelvo a repetir el nombre: Penélope. Y odio a quien te odia, te digo, ¿y entonces me empujas dentro de ti?, no sé ya.
Escucho tus gemidos a través del agua burbujeante, ahora me acercas a tu lengua que me embadurna todo el cuerpo con saliva que me sabe a miel con limón, en mi interior has tatuado ya ese olor de por vida. Espero tus decisiones para más penetración, no tengo prisa, ya que soy tuyo para siempre.
Tú y yo, como un matrimonio bien concordado donde, Penélope y artista, para siempre será la protagonista absoluta.
Por fin, oigo, como un eco perturbado pero dulcificado, brotado de tus cuerdas vocales, con esa dicción maravillosa, y a sabiendas que mi cercanía te pone muy excitada, ése, mi nombre: “¡OSCAR!”

jueves, 26 de marzo de 2009

LA DISTANCIA INDESEADA

De las blancuzcas nubes el cielo
de coloridos peces los mares
de solitarios planetas el Cosmos
y de ti estoy lleno yo.
Como una gruta de grisáceo hielo
como un amarillento desierto
como una perturbada isla
así estoy sin ti yo.
El incontenible deseo creciente
que arrastrado me lleva al sueño
de estar siempre contigo
aun dormido que despierto
siempre estás en mi mente.
¡Ay de mí! si no apareces pronto
por la lejanía del camino curvado
para poder a los ojos verte
y expresarte mi desamparo
cuando no te hallo a mi lado.
Si la distancia es el olvido, mi amada,
vuelve pronto por prioridad
a juntarte en el sofá,
a dominar mi lecho
a sembrar mis sueños
y, por fin, a ver mi verdad.
La marea de mi existencia
crece y crece
sin tu presencia.
Qué bonito sentimiento,
aquél que se comparte
en el que el querer se reparte
en dos personas
que aún en la lejanía
y el olvido como enemigo
-en constante batalla con él-
luchan y luchan
por defender ese sentimiento
que para la eternidad
les debería ser fiel.

lunes, 16 de marzo de 2009

UN PIROPITO CAPRICHOSO

Mientras deambula por Camino de Ronda al mediodía de un sábado invernal con un solazo que desmentiría lo acabado de exponer, Manuelo fija la vista en una papelera cercana para tirar el bote de cerveza que se acaba de apretar. De soslayo, casi buscando el estrabismo, se percata de un Mercadona en la acera de enfrente. Encesta de 5 puntos la lata en la papelera mientras piensa que me voy ha hincar un cuarto kilo de jamón ibérico pà tò mi polla. Apenas se advierten un par de personas en rededor.
En eso, mientras camina con fijeza al supermercado y loco por comprarse el alimento, lo adelanta un cuerpo de mujer de gran melena rubia, con paso más que presuroso, y con exquisito bamboleo de glúteos, por lo que medita pedazo de culo oye, y se queda algo hipnotizado.
Sigue ese cuerpazo que parece dirigirse al mismo sitio que él.
No se contiene y decide lanzarle un piropo, para caerle bien, por si más adelante comprando hubiere ocasión de entablar charla con la fémina.

“Chist, chist, oye, perdona, mira, te voy a adjudicar un 9 sobre 10. La Matrícula de Honor no podrá ser de momento, ¿te parece?”
Transcurren unos pocos segundos, tres o cuatro.
- ME PARECE MUY BIEN.
Escucha la respuesta a la vez que observa su cara y su cuello y, cómo no, su tono y timbre de voz. Ella no es ella.
Ella es él, con una nuez en mitad del cuello como nunca mejor dicho.
El acento que ha utilizado le suena a una mezcla de español y portugués, como a brasileño. Es un travestido o un transexual, no sabe.
“¿Ves?, cómo no podía ser lo de la Matrícula de Honor”.
- ¡DÉJAME EN PAZ!
Manuelo gira en redondo y se marcha meditando qué mal está todo.

miércoles, 11 de marzo de 2009

"kATARSIS sociológica en clave de PROSTITUCIÓN

PROSTITUCIÓN. Acción y efecto de prostituir, normalmente la femenina, mucho más generalizada, aunque existe la masculina. Actividad a la que se dedica quien mantiene relaciones sexuales con otras personas a cambio de dinero. Prostituir. Hacer que alguien ejerza la prostitución. Deshonrar, vender uno su empleo o su autoridad, abusando bajamente de ella por interés o adulación. Extorsionar al débil.
Básicamente se puede definir como “follar por dinero”, donde el dinero podría englobar todo el ámbito material. Si se ejerce involuntariamente, por obligación de circunstancias que escapan al dominio de la persona, sólo cabe sentirlo profundamente y desearle lo peor a los proxenetas, “violadores” y demás prostituyentes, de los muchos que hay.
Si se ejerce voluntariamente el asunto toma otro cariz. Me centraré en la prostitución femenina muchísimo más arraigada que la masculina.
Una “putita” se acuesta contigo intencionadamente, te alquila su cuerpo un tiempo prudencial y te propone un precio. Su cuerpo sería entonces mercancía pura. Es triste, puede que sí. Aunque nada más terminar se aleja de esa situación (recordemos que todo transcurre voluntariamente) formatea su cerebro y nunca habrá perdido su condición de mujer ya que ha elegido todo el proceso. ¿Dulcificado?, puede que sí. Es una profesión de alto riesgo, claro que sí, por eso debería ser controlada.
Es un tema con tantos matices que me perdería justificándolo. No.

Sólo deseo reseñar que si la meta de esa transacción o negocio económico es conseguir algo material (dinero es la bandera de ello), que al fin y al cabo el sexo surge en un importantísimo porcentaje, y alguien con voluntariedad utiliza su cuerpo para ofrecérselo al otro a cambio de un ascenso, transacción bancaria, rebaja de alquiler y etcétera, también se prostituye. ¿Sí?

¿O existe otro verbo para definir ese hecho? Pero hay más.
Puedes utilizar el sexo para chantajear a alguien más adelante.
Puedes conseguir pareja estable a cambio de que el sexo no le falte, ahora que están tan de moda los divorcios y las nuevas conquistas.
Puedes follar por cuatro rayas de cocaína en un baño de madrugada.
Puedes follar para no dormir en soledad, que no soportas.
Incluso puedes hacerlo por acceder a una nómina estable.
Así podríamos elaborar una lista inmensa. Entonces…

¿Cuándo no es prostitución ejercitar el sexo?
Como nos pongamos a afinar, prácticamente el sexo con otra persona casi siempre es a cambio de algo, inclusive el propio placer personal que reporta. Por supuesto que ahora expondré cuándo no lo es.
Esto le va a gustar mucho a unos cuantos: sexo para procrear.
Sexo por ver y disfrutar del placer del otro sin egoísmo alguno. Ejenn.
La lista no es tan amplia como la anterior, ¿verdad?
Cuando aparece la palabra amor (pero la de verdad) no lo es.
Cuando es follar por follar, diremos que tampoco.
Y si te obligan a ejercitar el sexo nunca debes considerarte puta.
Bueno, hasta aquí.
A veces pienso que la mayoría somos una pandilla de prostitutos y prostituidores; todo al mismo tiempo, aun sin fornicar.
Y muchas otras veces no, por consuelo.
SUERTE.

viernes, 6 de marzo de 2009

CITA CASI A CIEGAS

Una cita casi a ciegas que adorna un plato de natillas con un condimento inusual y remata una decisión loca. Así podría titularse este relatus. Ya llegaremos al final que engarzará con este principio.
Con el nickname de guapeton40 en un Chat de Internet para buscar compañía si te sientes solitario, o para el simple liguoteo, según se vea, conocí a gatitacachonda, en un momento dado. Las conversaciones que solía sostener con las muchachas cada vez se me antojaban más y más aburridas, de modo que a veces suelo ir al grano para una cita personal y ver qué pasa. De no ser así, abandono el chateo pronto. Es una especie de ansiedad que me domina en ocasiones. Ella debía opinar algo parecido.
Me envió su primer correo a las dos de la tarde y tardé pocos minutos en confirmarla en mi Messenger. Chateamos diez minutos, más o menos. Ella libraba de su trabajo esa noche y yo estaba de vacaciones. La conclusión a la que nos llevaron esos datos a los dos fue que iba a ser un buen momento para conocernos personalmente. Quedamos frente a la estación de Adif de Granada a las nueve de la noche.
Ocupé mi tarde en cocinarme un plato de natillas, dejarlas enfriar en la nevera (era el mes de Julio), y metérmelas entre pecho y espalda luego a la noche. Y ahora, creo que ya viene bien aportar el dato caprichoso: en vez de aliñar con canela las natillas me equivoqué de tarro y le endiñé un buen golpe de colorante para el arroz, sucedáneo de azafrán. Se quedaron las natillas más secas y más coloradas que un caribeño en Sierra Nevada. No quise tirarlas, al pronto, porque soy partidario de: “quién guarda, haya”.
Llegaron las nueve de la noche y bajo previo afeitado y acicalamiento general partí en busca de Gatitacachonda. Enseguida me percaté de que ella había echado cuentas de que yo era más joven. A mí me pareció un poco alocada porque nada más presentarnos comentó que había mojado su móvil en la piscina, esa misma tarde, por hablar y bañarse a la par. Físicamente no éramos para concedernos un premio a ninguno, aunque ella iba apretada. Tampoco nos echarían de ningún sitio por feos.
Enseguida ocurrió la primera anécdota. Quiso aparcar bien protegido su coche, que denominó como deportivo porque mostraba un alerón trasero. Le indiqué un sitio que conocía y que podría dar solución. El aparcamiento de los ferroviarios, al que supuse a esas horas no presentaría problema alguno. Allí se quedó el coche tranquilo y ella aun más. La segunda anécdota es que le propuse llamarnos por nuestros apodos del Chat durante un rato hasta que nos conociéramos un poco más, dándole de esa forma categoría y misterio a nuestros nombres verdaderos.
Ella debía llamarme “guapetón” y yo debía llamarla “gatita”. Accedió encantada. Joder, deputamadre.
Sucumbimos ante una terracita veraniega para hablar con calma. Gatita era charlatana. Y mi menda, en el rol de Guapetón, decidió poner los oídos a punto y sondear la situación.
Esta historia requiere que vaya al grano. La conversación llevó a ambos rápidamente a la conclusión de que el atractivo físico sólo surgiría con una noche de fiesta y borrachera, que es una especialidad bien conocida por mi persona y, por los visos, también por ella.
Pero no era la ocasión, ya que acarreaba un problema médico que solucionar y un fiestón me podría crear un gran inconveniente. Ella lo captó y, me temo, como no se iba a ver invitada a la juerga, desechó esa idea.
Dedicó más de una hora a criticar a su exmarido y a sus últimas citas. “Cómo me va a poner a mi ésta en cuanto me vaya”, pensé con ahínco.
Sobre las doce de la noche dimos fin al encuentro. Venga, de vuelta al aparcamiento de la estación para la despedida y que ella se pudiera marchar y yo a mi casa a seguir con la disciplina. Y tercera anécdota.
Habían echado el cierre a la cancela del aparcamiento y no se podía acceder a los coches aparcados allí. Gatita se puso blanca y por mi parte mantuve la calma suficiente como para no montar ningún dispositivo de ayuda. No existía ningún apuro. No era momento de estar solicitando una llave de un aparcamiento bastante particular a medianoche y con una persona que acababa de conocer. Tampoco le pasaría nada a su coche.
Imaginemos cómo sonó mi propuesta: “Gatita, si quieres te puedes quedar en mi casa, aquí al lado, y mañana a primera hora venimos a por tu coche, yo te acompañaría”. Lo pensó un minuto y respondió: “Bueno, Guapetón, no va a ser la primera vez”. Le regalé mi habitación de invitados, algo parecido a la cabaña del Tío Tom en versión moderna.
Nada más abrirle la puerta y hacer lo posible para que se sintiera cómoda le ofrecí mi ordenador y mi teléfono para que le dijera a quien ella quisiera dónde se encontraba y con quién. Se enganchó a chatear ipso-facto. Al observar que se sintió como en su casa me dediqué a fregar la pila y de paso dar aspecto de formalidad, por si al Sexo le daba por aparecer.
Cuarta anécdota. Gatita parecía saber chatear más que el que lo inventó. Se olvidó hasta de mi presencia. Y por ello, para todo mi futuro, fui testigo en la sombra de lo que una mujer escribe en los correos del Chat y lo que piensa de verdad, ya que ella se soltó la lengua. Es fácil de imaginar asimismo como escribía cualquier cosa picantona para seguir animando al otro a que le escriba “cositas” y exclamar en voz alta cosas del corte de: “fíjate el calvo este qué se creerá” y “a éste lo pongo cachondo y luego que se haga una paja si quiere, qué feo”, “¿si tuviera 29 años como mucho?, anda que no es viejo” (Ella tendría unos 35 ó 36 años). Y así.
Me reclamó que le había entrado hambre. Quinta anécdota. Ahora es la mía, me digo, y le ofrezco el plato de natillas, con pose de camarero y con el torso desnudo. Le metió un tiento bárbaro a las natillas con suma alegría por mi parte. “Saben a algo raro, ¿no?,”; “qué va, qué va, son las galletas que le he echado, come, come”. No sé si mi semidesnudo le gustó o no, el caso es que conoció a otro Internauta y quedó con él más ligero que el AVE DE Madrid / Málaga.
Sexta y última anécdota. Veinte minutos después dijo que se marchaba con el otro tipo. Me pidió que si podía bajar a escondidas y cogerle la matrícula al coche de él, y que la llevaría a la playa. “¡JAJEJI!”
Comprendí que la chica no estaba en poder de un gran conocimiento estable, o era de raciocinio débil, o yo qué sé. El caso es que le recrimino su acción, ya que conmigo iba a estar protegida y que no se puede ir una mujer a la aventura y con algo de miedo. Pero no hizo caso. Le respondí que me enviara por SMS la matrícula del coche, que eso era mejor remedio que hacer yo de detective. Estuvo conforme y se largó.
No recibí noticias suyas ni en ese instante ni en ningún otro.
Me preparé otro plato de natillas al día siguiente, esta vez bien hechas. Confirmé que su coche no estaba en el aparcamiento. Mejor.

A los dos días comprobé que estaba conectada al Messenger y que chateaba de nuevo. Le rogué que me enseñara sus tetas y me eliminó.