Él deambulaba por su pueblo natal buscando la oportunidad de tomarse un vinillo que no estuviera fresquito. Él era conocido por su temperamento, por ser un tanto borrachín, y por sus dichos peculiares que eran una mezcla de refranes solapados por semántica y lingüística tan personal como graciosa (que será detenidamente reflejada en más de una ocasión venidera).
Pues bien, el médico vecino del personaje le reclama atención diciéndole: "parece que andas un poco con las piernas separadas", sin poder precisar con qué intención. Él replica:
- Es que tengo los güevos muy gordos.
- Pero, con "h" o con "g". - Insiste el médico.
- Con "g" y con diéresis, tonto la polla.
A partir de ese momento pasó a llamarme el "güevos" para casi todos.
viernes, 19 de junio de 2009
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