lunes, 11 de julio de 2011

EL BEBÉ Y LA CAPRICHOSA ALMENDRA

El bebé, una preciosa niñilla de pocos meses, sentía una gran relajación cuando aquel hombre le masajeaba sus piececitos tan blancos y delicados. Al ser la satisfacción mutua el tío de la criatura se animó a producirle nuevas formas de regocijo y le propinó algún que otro masaje con ínfulas de pellizco. De modo que el tipo, a punto de cumplir los treinta años, descubrió que si le dejaba mordisquear a su sobrina, ambos únicos y solitarios en parentesco, la yema de su dedo pulgar aquella paciente y aspirante a mujercita reflejaba un gran placer. Todo debido a que le iban a salir los dientes de leche y la presión sobre sus sensibles encías debía ser parecido a rascarse un escozor. Y llega la almendra.
Sobre la mesa de cristal el tío observa un plato con frutos secos a modo de aperitivo con el que había acompañado unos minutos antes una cerveza que se apropió de la nevera de su hermana y cuñado como suya. En una gran ocurrencia, revelada en el tiempo como temeridad, coge una almendra ya pelada, la sujeta con la punta de sus dedos y le da trabajo como si fuera un chupete en la boca de la sobrinilla. Claro, ella, que en ese presente no tenía conocimiento alguno (y él aún menos, se demostró), mordisquea la almendra. El gustazo que debió proporcionarle el gesto fue sorprendente pues ofreció una cara de felicidad tremenda. Así pasaron varios minutos, tanto tío como sobrina en gran complicidad. Pero...
El bebé muerde en un momento dado más de la cuenta, el tío se descuida y suelta la almendra que se introduce rápidamente en el final de la boca. El bebé tose. El tío también. El bebé comienza a ponerse colorado. Y el tío rojo. El bebé muestra espasmos de faltarle la respiración y el tío ya había dejado de respirar desde el primer momento. ¿Qué hacer? Se pregunta mientras va pensando cuál será el mejor momento para tirarse desde el viaducto de la calle Bailén allí en Madrid si su sobrina deja de respirar definitivamente. ¿!Pero cómo va a ser eso, por dios¡? De acabar la relación entre ellos algún día tendría que ser por un motivo de desencuentro irritado y desamparado que sea continuado durante bastante tiempo, coño.
El hombre, asustado como si contara las gotas de anestesia para una operación a vida o muerte, agarra por los dos pies a la niña con una mano y la cuelga boca abajo e inmediatamente con la otra mano le introduce dos dedos en la garganta hurgando para coger la almendra, tan puñetera como para colarse por la laringe. No lo consigue de entrada. Pero el bebé tosió y favorecido por la posición escupió la almendra al exterior. Tumba al bebé en el sofá de inmediato y le hace cosquillas en el ombligo. Los dos sonrieron. Él estuvo sudando un buen rato.
Ella es mi sobrina. Hace unos veinte años.
Ese día me salvó la vida.