viernes, 23 de diciembre de 2011

SUEÑO VAGÓN METRO

En aquel momento dormitaba en un asiento de un vagón del metro de Valencia. Reclinada mi cabeza sobre el respaldo no terminaba de cuajar el sueño. Mis párpados respetaban la gravedad pero un tenaz traqueteo me lo impedía. Entre la mezcla de adormecimiento y reincorporaciones varias mi cerebro estaba a punto de descoyuntarse de los huesos. Mis ojos, abiertos a ráfagas, captaban la misma imagen asiduamente hiciera lo que hiciera.
¿Se habría parado el tiempo a mi alrededor?
Mi mente percibía el movimiento oscilatorio del tren pero enfrente, vista la ventana, el paisaje no variaba. ¿Acaso nos movemos sin desplazarnos?
Me asusté como un niño. (Sólo que con los calzoncillos grandes como solía referirme un colega de juventud, el Tropa).
Se advino un gran frenazo, de súbito. La cabezada que di fue brutal, espabilándome en el acto. Deberían cambiar los carteles publicitarios de posición en las estaciones colaterales y en algunos túneles, me consolé.
Si aceptamos tener incorporado al subconsciente un guardián de los sueños para que vigile la no mezcla con la realidad algunos le debemos el sueldo de años. Ejercen una huelga indefinida. Y si admitimos esa evidencia, como soñadores reales, sería muy difícil automentirnos.
Posdata: traslada esta situación a tu acontecer cotidiano y cambia el asiento del vagón por las decisiones a tomar y los carteles publicitarios por las opciones mostradas y, antes de decidir, date un buen frenazo. SUERTE.