Las
tres de la madrugada,
los momentos de los decibelios,
hora
soñada la de esos gélidos dueños.
Mi quinto, o sexto, gín-tónic, y te
vi.
Las
risas pululantes de tu alrededor
indicándome,
una tacha de armonía
y
una evidencia: tú afligida.
Lo
capté pues bien te conocía.
Un
intento valiente, o eso pretendí
y
el ánimo alzado por el pasado,
con
el corazón caliente
hacia
tu remembranza me dirigí.
Cuando mi mirada chocante
en
un gesto desinhibido
intentó
hermanarse con la tuya
topó
contra aquello: lo ya vivido.
Unos
momentos de silencio,
unos
saludos entrañables,
la
soledad acobardada,
los
dos del pasado a nado
y
tú y yo entre brazadas culpables.
Unas risas cordiales,
unos
tragos felices,
más
risas cordiales
y
más tragos felices.
Ambos
de alterne abrumados.
Tú,
mi nocturna protagonista
yo,
el héroe reenganchado
y
la noche, al amor compinchado.
Una última copa
antes
del momento de la despedida
para
una ocasión propicia:
"llévame
a tu casa", dice ella.
Allí en el pequeño apartamento,
la
añoranza se vuelve amena,
la
soledad,
unos
brotes de cariño,
la
soledad,
unos
golpes de sexo,
una
brizna de soledad,
el
recuerdo de la juventud perdida,
la
cama que llama
y
entonces se aparca la pena.
Madrugada de sexo,
rato
de amor confundido,
olores
del hombre,
mujer
refugiada,
y
ambos, del regalo ya aburridos.
El
sueño inunda
Olores
pasados
dormitando
en abrazo falso.
Tú y yo, embriagados
y
el Sol, con los rayos tempranos
diafana
nuestro mundo, atontado,
a
las cabezas, en apagado.
El momento extraño
el
sentimiento achantáo.
Se
oye: "me visto que me voy".
Frase
agradable
las
ascuas del astro quemando
y
los dos, de nuevo, soleando.
Al rato, solo, como siempre
oliendo
melancolía, pena, ansía, aturdes, ojos fríos,
puro
sexo camuflado, amor inquisidor
y
otra vez contra el mundo guerreando.
Todos
los olores bien mezclados.
Son
aromas de vida.
sábado, 6 de abril de 2013
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