a ti presa trémula y confiada
a tu recta final como una lanza.
Luna blanca ennoriada a la vida
que enamoras desde sendas
hasta añejas mareas de la mar.
Tú. Qué polvo serás polvo
en ese destino fatal
de nuestra alma, ¿mortal?
Con un nombre de mujer a ti hablo
en el interior oscuro e incierto
de un presente
y me dice:
qué es lo que yo valgo.
De futuro sólo sabiendo
que has de acabar el camino, ¿largo?,
aun lleno de dudas
sigues viviendo.
Ese fruto caído
en el avatar nocturno
esperando el rocío.
Con un nombre de mujer.
El mismo para el amor volandero
y un refugio vacío
y un hueco enorme
y un ser aburrío.
Soledad, ay, soledad
si no fuere otro remedio
aquí te apremio...