sábado, 1 de julio de 2023

EL OGRO

Escucha los ruidos tenebrosos y se arropa hasta cubrirse la frente. Es luna llena. El temblor de sus labios, un frío interior en todo su cuerpo, los sollozos amortiguados para que no sean llantos, delatan el elevado miedo que la niña no sabría precisarÉl siempre llega acompañado de los aullidos. Los lobos aúllan todas las noches pero hay noches que tienen las gargantas más irritadas y los gritos guturales parecen quejíos. Deben temer al ogro. Todos le temen. Sobre todo los perros. Es despiadado y cruel y siempre tiene hambre. Sabe que no debe llorar pues el ogro se cabreará y morderá más fuerte y con más dolor y encima le pegará. Y, entonces, la niña sangrará el triple. No, nunca deberá llorar.

La primera vez jamás va a poder olvidarla. Siempre recordará como esa leyenda circulaba de boca en boca por las aldeas de alrededor. El ogro visita a todas las niñas que le comienzan a crecer las tetas. Ella es la mayor de todas las muchachillas cercanas. Fue concebida al concluir la Guerra Civil en una familia muy pobre y con muy pocos recursos en un lugar perdido y escondido en la sierra oriental andaluza. En esa ocasión el ogro entró y sólo dijo que muy pronto y después se marchó. Olía a barro y estiércol de animal. Luego ella escuchó el trote de un caballo y segundos después el galope.

Desde que comenzó a entender a las personas y las situaciones que captaba en su impronta supo de la existencia de hechos malignos y de brujería. Como aquella vez que se levantó siendo infantil en plena noche aterrada por las voces y gritos desconsolados en la vieja ermita y que al acercarse, antes de que su madre la viera y se la llevara, observó el sacrificio de una gallina y un conejo y escuchó la primera vez el nombre ogro acompañado de súplicas para que no volviera nunca más.

La segunda vez que vino el ogro ya había confirmado su existencia y proceder. Dos semanas antes había mordido justo a medianoche a su mejor amiga pero al preguntarle al verla llorar aquella chiquilla no le contestó nada coherente sólo que si hablaba el ogro mataría a su madre y a cualquier otra madre de cualquier otra niña que contará lo sucedido. Cuando ella notó la presencia del monstruo y como aquél le retiraba la manta y dejaba su cuerpo al descubierto y como se acercó a su boca para morderla y se retiró cabreado al oler la sangre que ella derramó entre sus muslos y la oscura sábana. El ogro saltó por la ventana.

Más adelante encontraron en una cabaña cercana a otra joven y su madre muertas. Por toda la aldea corrió el mensaje del asesinato a golpes de las dos mujeres por parte del ogro. No lo obedecieron, no lo obedecieron, exclamaban las más viejas del lugar. Haced lo que os diga o no lo contaréis, criaturas.

La tercera vez la niña espera con los párpados muy apretados, tal y como le indicó su madre, e inmóvil. Debes fingir dormir, hija mía. El ogro sólo te olerá y te marcará con su saliva por algunas partes de tu cuerpo y te morderá la frente y la melena. Sólo quiere que le obedezcas y llevarse tu esencia para dejar constancia de que le perteneces. Debes de pensar que es un mal sueño y que cuando seas mayor te dejará en paz y vivirás. Por qué lo sabes, madre. ¿También te ha pasado? No hija, cuando yo tenía tu edad no había ogros aunque también había otros motivos por los que las niñas sufríamos. Haz lo que te digo. Y no cuentes nada a nadie. El ogro se enterará y nos matará. Pero esa noche no vino.

Pasaron las semanas y en la aldea nadie comentaba las visitas del ogro. Se aceptaban con tal normalidad que era como si no sucedieran. Sólo se salía de la rutina por el breve chillido nocturno que salía de alguna asustada garganta, a veces.

Esta noche la niña tiene la intuición, casi certeza, de la llegada del ogro. Es luna llena. Su tercera menstruación ya ha pasado y no hay sospecha alguna de que el ogro haya visitado a nadie de la aldea en muchos días. La niña teme fallarle a su madre y al ogro y que las mate a golpes. Pero lo intentará.

Una anciana solitaria, ante la pregunta de la niña, del silencio de los hombres con respecto al ogro, le contestó que eran sus esclavos pues el ogro se metía en la mente de ellos y los anulaba y que cuando él aparecía ellos se escondían.

Oye los pasos. La puerta se abre. Huele el hedor. Escucha el gemido por la boca del ogro como si éste tuviera la nariz taponada. Nota las manos encallecidas sobre sus pechos cuando le retira el camisón. Siente un tirón de pelos brusco y un bocado en una oreja y después en la otra. De repente, es aplastada contra el colchón de algodón el cual se hunde y la obliga a abrirse de piernas para no hacerse daño en la columna vertebral. El jadeo del ogro crece conforme algo está haciendo con sus manos. Con una le toca la vagina a la niña y con la otra se baja el pantalón. El ogro tiene el miembro erecto. Le tapa la boca a la pequeña y con su pene le busca el agujero más íntimo. La penetra con brusquedad. Y la niña pierde su virginidad sin saber lo que es eso, en realidad.

A los cinco minutos el ogro se recompone y se levanta. Pero antes de marcharse le dice, apenas ininteligible: 

Muy... bien, hija mía, lo has... hecho muy... bien”.