domingo, 25 de diciembre de 2022

AMISTAD SOLITARIA


Si tu problema es el dolor el tiempo lo sanará.

Si tu problema es la salud pídele un regalo a tu Dios.

Si fuera el amor ya aparecerá.

Si son los malos vicios abandónalos. 

Pero, mi amiga, mi amigo

si acaso fuera la Soledad, por favor,

cultiva, riega y recoge la Amistad.


jueves, 1 de diciembre de 2022

ENCRUCIJADA ETERNA


   A lo largo de mi vida

me lleva la incertidumbre

para conquistar la cumbre

hacia esa verdad querida

que esquiva toda herida.

   He de insistir en el error

una y otra vez sin temor

en cada paso del camino

mientras mi existencia culmino

a la búsqueda del amor.


martes, 1 de noviembre de 2022

Día de FE

   Son las ocho de la mañana y dirijo mis pies hacia el hospital La Fe de Valencia capital. Arrastro un dolor creciente en mi rodilla derecha, hinchada como un melón. Llevo aguantando desde las dos de la madrugada. Hora en la que me tomé otras dos pastillas de ibuprofeno; sin resultado apetecible, a pique de que me diera una subida de tensión capaz de hacerme estallar los dos glóbulos blancos de mis atormentados ojos por no poder dormir en toda la noche. Detalle que se confirmará más adelante.
    Tras tres semanas de inflamación y cada vez más inutilizada mi pierna derecha al fin llego al hospital público con gran satisfacción. Es la primera vez que lo visito. Me registro en urgencias y a esperar. Pasan sólo diez minutos y me avisan para consulta de valoración en la sala de Enfermería. Una muchacha joven vestida de blanco con el último botón de su bata desabrochado me diagnostica. Al distraerme realizo un mal giro y me golpeó la rodilla enferma, ¿dónde si no? La punzada hace que se me salte una lágrima. Le comento que ya visité al Médico de Familia y que la medicación impuesta no surte efecto. También comenté que no había cogido la Baja Laboral pero que en los dos últimos días el problema se había agravado y que por eso estaba allí, sobre todo debido al intenso dolor. La enfermera termina el informe clínico y me despacha hacia la sala de espera. Ahora sí, en serio, me toca esperar.
   La primera hora pasa entretenida. Acudí a la lectura de una revista sobre cine que llevé preparada. La segunda hora me sirvió de repaso a mi vida.
   Trataba de recordar cuándo fue la última vez que necesité los servicios de un hospital y enseguida el recuerdo se compinchó con el dolor y se mezclaron. Entonces me percaté que a dos pacientes llegados después de mi los hicieron pasar. Y lo hicieron a pie, sin ningún gesto de dolor. Está bien, me dije.
   Como les comentaba, el dolor físico se entremezcló con el emocional. Ambos eran míos. ¿Qué hacía en la sala de urgencias de un hospital de una ciudad extraña donde mis vínculos sociales estaban jugando al escondite? Tienes derecho a ponerte enfermo, chico, como todo el mundo. Pero la sensación de fracaso se había apoderado de mi alma. Solo, triste y torpe. Para colmo, sospechaba que a la gente la estaban colando por encima de mi turno. Sospecha acrecentada cuando vi entrar a una muchacha acompañada de su novio, ambos jovencitos, lanzaba gritos a su móvil y ordenaba al muchacho que le cambiara el asiento. Le avisaron para consulta enseguida.
   A las tres horas ya era yo la persona más veterana esperando la llamada.
  La meditación sobre mi vida dolorosa me había llevado a una conclusión que consideré muy acertada: el único culpable de lo que me sucede en la vida soy yo, para lo bueno y para lo malo. Puede que se te quede cara de tonto al reconocerlo, pero te hará ser una persona muy honesta y con buen futuro emocional y sentimental. No se trata de ser más listo que los demás, creo, sino de conseguir que los demás sean buenos contigo. Ahora bien, con los hijos de la gran puta no hay quien pueda. A ésos hay que abandonarlos a su suerte.
   Ya me cansé de esperar. Una cosa es que yo sea culpable de lo que me ha pasado en los grandes momentos y decisiones de mi vida, y otra, muy alejada, es que alguien me esté perjudicando en un momento concreto. Si ese alguien me está haciendo esperar por algún capricho o despiste, justo cuando mi dolor físico está optando a matrícula de honor, se va a enterar ese cabrón. Hostias.
   Acudo, cojeando sin necesidad de dramatizar ya que el dolor se me notaba en la cara, a solicitar la atención de una enfermera de pasillo. La conmino a que revise mi parte de admisión con toda la premura posible y que, por favor, me inyecten algún calmante poderoso: morfina o algo así. La enfermera, una mujer bella de unos cincuenta años y muy ducha en el tema, nota mi desazón y mi enfado, aparte de haberme reconocido y recordar que llevo allí más de tres horas, y me promete ocuparse del tema. A los cinco minutos me llaman por los altavoces, por fin, a consulta. No sé si el alivio contribuyó de manera negativa pero mi rabia creció. ¿Qué coño había pasado?
   Como no podía ser de otra manera, la maldita consulta está situada al final de un largo pasillo. Acabo de declinar la oferta que me hizo la enfermera de pasillo de proporcionarme una silla para inválidos. Encendí la mecha.
   Llamo a la puerta de entrada y una voz femenina me invita a entrar.
   "¿No le parece que hacerme esperar con este dolor es una putada?"
   La médica, una joven que podría trabajar de modelo, nota mi enfado y me explica que mi expediente había sido catalogado como verde; o, es decir, una persona que no necesita el servicio de urgencias y que va a esperar hasta que se aburran los muertos. Le continúo la conversación catalogando de inútil a aquella persona que me haya incluido en ese régimen, que dicho sea de paso es mi color preferido. Le insisto en que llevo contribuyendo a la Seguridad Social desde antes de que ella naciera. Y, por último, que el líquido que está llenando mi rodilla hay que sacármelo, rápido, sea del color que sea. La médica dice que ella no piensa sacármelo y que ella no clasifica los expedientes.
   Pues va a ser un buen momento para que todos salgamos en los periódicos. Y: llamaré a mi sindicato (CC.OO) para que denuncien el percance. Le repito por tercera vez: "según mi experiencia, conmigo mismo, tengo un ataque de gonalgia y que la rodilla se está llenando de ácido úrico a tope".
--Cálmese, voy a tomarle la tensión... 
   Me apunta: 22 y 17. Casi nada. 
--Señor, como es nuestra obligación vamos a atenderlo. Tendré que derivarlo a otras instancias para que le estabilicen la tensión y puedan extraerle el líquido. Me explicó.
    Bueno, al final se arregló todo. Sospecho que alguien había metido la pata en cuanto a mi expediente. Yo la metí en cuanto a mi ansiedad. Me disculpé. Me pincharon.
   En cierta ocasión, alguien me dijo que ante una buena provocación hacia los presuntos culpables estos no saben frenarse y suelen dar la cara. Qué macarrada.
   Una vez en la consulta de Reumatología todo parecía encantador. La médica especialista, también una señora de muy buen ver, me explicó que mi tensión tan alta era debida al disgusto que me había provocado toda la situación, con seguridad, y que me darían algunos tranquilizantes para poder actuar en mi rodilla y realizarme la extracción con jeringuilla sin peligro. Se notaba que había hablado con su colega. Harían todos los esfuerzos posibles para aliviarme cuanto antes. Volví a pedir perdón.
   El trato, a partir de ese momento y para todas las visitas futuras se puede tachar de inmejorable. Con mi rodilla recién aliviada y vendada y mi espíritu reconfortado, mi organismo relajado, pretendía encaminarme en busca de la Baja Laboral recomendada con el fin de que la cura fuera lo más efectiva posible.
   Mientras esperaba al ascensor, bien asido el informe hospitalario dirigido al Médico de Familia, sentía que el brote de rencor y las ansías de venganza que había sufrido no terminaban de abandonarme del todo. Una vez más.
   En cierta ocasión, alguien me dijo que esos brotes antisociales, rencor y venganza, llenan nuestra vida de veneno y que tienen mal remedio pues nunca llegan a cumplirse. Pérdida de tiempo. Y de hacerlo el mal se vuelve contra ti.
   Sí. Aunque también te animan para seguir viviendo, por si te salen bien.
   El ascensor se abrió. ¿He dicho que las médicas y enfermeras del hospital de la Fe de Valencia son guapas? Lo que vi, entonces, fue arte puro.
   ¡Ojala se muera todo aquél que no me quiera, joder! Este pensamiento debí expresarlo en voz alta. Una traición del inconsciente. Las puertas terminaron de dar paso del todo. Allí estaba ella. Y allí entré. Sólo ante un espíritu celestial.
   "Perdone, lamento que haya oído eso. Cuándo deben morir los demás es algo en lo que yo jamás debería de intervenir ni desear". Y agaché la cabeza.
   Esa especie de ángel blanco me miró penetrantemente. Parecía una enfermera, pero había detalles que podían descartar tal opción. Justo en el momento que comenzó a descender el ascensor (viaje de seis plantas) los tonos metálicos, los tonos ocres, los efectos madera, todos se volvieron blancos. La joven de intensa mirada brillaba más que un amanecer veraniego dentro de esa cabina, con una luz que transmitía la calma más absoluta. Me transfirió tanta bondad que me hizo sentir culpable por todos los malos momentos que le haya podido producir a los demás. La paz que penetró en mi cuerpo era muy viva.
   Entonces, el ascensor paró. Antes de que se abrieran las puertas dos grandes brazos que olían a césped recién segado y regado me abrazaron. Jamás había sentido tanta seguridad y tranquilidad, tanta que llegué a cerrar los ojos. Y escuché, como un susurro, con un tono maternal, a modo de exhortación: 
   “busca, encuentra, da, y recibe, abrazos”.
   Avancé mis manos, alargue mis brazos, quería asirme a ese ser para siempre y que me llevará a los cielos. Y lo abarqué, con todas mis fuerzas.
--¡Oiga!, ¿qué hace usted? Por el amor de Dios. ¿Por qué me toca?
   ¡Jolines! Por lo visto me había abalanzado hacia un tipo muy mayor para emparejarme con él. Dos mujeres, que también habían entrado al ascensor, se reían. Debieron notar mi cara de asombro cuando abrí los ojos. Me marché.
   El resto del día lo disfruté intentando escribir este recuerdo tan inolvidable.

sábado, 1 de octubre de 2022

hacia tu sexo

 

Te ambiciono con el impulso del ser
te amo con la innovación de la transparencia
te necesito como el polen a la flor
te sueño cual sabrosa incertidumbre
y te quiero por tu forma de no temer.
Te anhelo con el poder de lo inevitable
te pretendo como un náufrago lleno de sed
te deseo para tocarte, mi amor...
(¡oh!, penetrarte, sí...)
te busco por los confines de tu cuerpo
y te acariciaré todos los poros de tu piel.
Así es, dueña mía, como me siento
al contacto con tu propagado olor
al desencadenante de mi química interna
apaciguada hasta ese momento
trastocado en instante
transformado en impulso
tenido por incontrolable.
Calor indómito casi insoportable
repleto de protuberancia, de mástil, de ardor
indicando un camino recto que me señala hacia ti.
Tú, imán fugaz, atractiva comida,
cueva de encantos, cortina de lianas,
de rizados pelos y de fluidos vitales.
De ellos quiero drogarme, abastecerme,
morirme en el peor de los casos,
(empaparme de tus más íntimas partes)
beberlos, olerlos, poseerlos
y llenar tu vacío hueco,
en el mejor de ellos.



el origen del mundo (1886)

GUSTAVE COURBET

jueves, 1 de septiembre de 2022

Ella, tú y Él

 

Cinco mil millones de años

llenos de furia electromagnética

repletos de incertidumbre cuántica

abarrotados de luchas microóndicas

de infiernos calóricos

y helados colapsos.

Pero al fin surgió el equilibrio.

Tres mil millones de años

desde los experimentos bioquímicos

al ADN, molécula mágica y misteriosa e invencible,

a la espectacular mitosis celular

para que la vida ya no parara de trabajar nunca.

Y ahora estamos todos aquí

quejándonos por menudencias todo el rato

menospreciando el enorme esfuerzo cósmico

de trece mil millones de años

para que podamos respirar.

Y vivir.

Tus quejas, y las mías, sí, sin fuste la mayoría,

ofendiendo a La Tierra y al Sol, dolientes con el tiempo,

no dudes que el Universo las reciclará. 

lunes, 1 de agosto de 2022

MIRROR, MIRROR

Cuando nuestra opinión está sesgada,
cuando el ego predomina sobre el intelecto,
cuando la soberbia nos domina,
entonces el raciocinio está cautivado.
Cuando necesitamos llevar razón,
entonces nuestra personalidad flaquea.
Si necesitamos culpables porque no somos legales,
existe un remedio.
Se llama espejo.
SALUD Y SUERTE.

viernes, 1 de julio de 2022

EL AMOR LO CURA

El amor cura aquello que previamente ha hecho enfermaR

La primera vez te pilla por sorpresa al igual que todo en tu vida infantil y adolescente. Esa asignatura no se imparte en ningún lado. No tiene precedente ya que el niño o la niña están en evolución constante y ansiosos de experimentar, explorar y aprehender. De pequeños no asociamos la pena y la tristeza, mojadas de lágrimas, de nuestros mayores, no sabemos lo que es el amor, pero que intuimos que es algo muy importante. Hasta que nos sucede. ¿El qué?

El gran flechazo, el abanico de colores, las mariposas en el estómago, la huida del hambre y del sueño y algo muy nuevo instalado en la mente, imposible de controlar, el constante rostro de la persona amada mientras buscamos un agujerito en el espacio/tiempo por el que poder ver y saber qué estará haciendo en ese justo momento. A veces hasta te saldrá un grano en el labio.

En fin, notas que algo excepcional te está pasando. Es la única droga no rechazable (todas las demás deben serlo) cuyo efecto final te puede desestabilizar durante una larga temporada y sin poder evitar que estás enganchado/a y que deseas más y más y más...

Entonces pasarán los años y ya descubres que ese efecto, esa sensación, esa drogaza se llama amor y tiene distintas capas que irán desapareciendo hasta el desenganche. Y ahora es cuando volverás a ser libre gestionando aquel dolor para moldearlo en humanidad. puedes. Y si no puedes deja que el único paladín en esa lucha que está a tu favor actúe. Se llama tiempo.

Entonces pasará el tiempo adecuado para ti y tu libertad crecerá hasta que tu mente sonría y estaremos preparados para un nuevo comienzo.

Para poder decirle al amor, y aunque que todo puede fallar al final, ven hacia mí, no lo dudes, no te detengas, avanza sin miedo aunque me destroces, no cambies nunca y quiéreme mientras puedas. el Amor y no seas otra cosa.

viernes, 3 de junio de 2022

LAS CENIZAS DEL TITO

Ese día me encontraba saboreando mi primera cerveza de la jornada, un Domingo sin ninguna obligación que no fuera ingerir una segunda y con toda seguridad la tercera, y a la espera de una estupenda tapa de hermosos caracoles cocinados al estilo callos en el Albaicín (sí, de esos que apenas engordan) cuando entró un muchacho que rondaría la treintena con una cara de preocupación más grande que la que se me puso a mí en aquella ocasión que me caí de la moto y se me veía el hueso del tobillo roto y todo lleno de sangre (podría haber buscado un ejemplo mejor, pero nos vamos a conformar con éste). El tipo preguntó que si el día anterior había estado en ese establecimiento. Por lo visto no recordaba nada y según sus propias palabras no tenía ni puñetera idea de lo que había hecho en las últimas horas antes de quedarse dormido en un banco del parquecillo cercano. Resultó que había sido el entierro del único tío suyo, su tito, al que habían incinerado y él se había hecho cargo de la urna con las cenizas para protegerla hasta que sus primos, los hijos del difunto, decidieran quién de ellos se la quedaría en casa permanentemente. Con probabilidad sería parte de la negociación de la herencia, ya que acababan de quedarse huérfanos. El tipo se pidió una cerveza de las que me gusta llamar resaquera y después me confirmó, debido a mi ánimo por charlar con desconocidos, que sí, en efecto, había extraviado, vamos que la había perdido, sí, la urna. El camarero dijo reconocerlo pero que no sabía nada de dicha urna. Vaya papelón que acarreaba el chaval. Con la borrachera había dejado a sus primos sin el último y quizá más importante recuerdo de su padre. Y si el fallecido tuvo el capricho de que sus cenizas fueran esparcidas en algún lugar se iba a quedar con las ganas, o eso, o volvería del más allá para cagarse en todos los muertos, excepto de él mismo claro, del tontolapolla de su sobrino. Pero ahí estaba yo, un hombre enrollao, y le ofrecí una solución. Que comprara otra urna y la llenara de algo parecido a las cenizas, y que existía un producto parecido a aquél que la funeraria introducía con las cenizas. Arenilla de gato con un toque de cemento. Y Santas Pascuas. Le dije que para los remordimientos de conciencia recordara alguna mala jugada que sus primos le hayan hecho. Basta con pensar un poco ya que los primos siempre te hacen algún feo que otro. Y el muchacho me abrazó y me invitó a la siguiente ronda. Como yo ya tenía el dinero distraído para mis tres cervezas pues lo solucioné bien sencillo, me tomaría una cuarta. Y Santas Pascuas. El tipo se fue a ejecutar mi plan. Y no lo volví a ver. Me quedé meditando qué caras se le quedarían a sus primos si les contara la verdad. Creo que si me hubiera pasado a mí no podría evitar la tentación de contárselo a algún primo mío que lo tenía atragantado. El final de esta historia no sé como continuaría. Quizá algún día me lo invente. Hasta entonces, pues.

lunes, 2 de mayo de 2022

LA LUZ DE LA VERDAD

Un momento y un pensamiento en una calle de madrugada, como cualquier otra calle de alguna otra ciudad y como cualquier momento de cualquier otra vida.
Y el pensamiento se distrae hacia los focos, los de la luz.
Aquí las hay de dos clases o estados. Natural y artificial. De mentira o de verdad. Las que perduraran y las que sucumbirán.

Se distinguen siete. Este número sólo es circunstancial. Lo verdaderamente interesante es: ¿Quién es quién?
La verdadera está integrada con las de mentira. Aunque aquí, con un poco de atención, se aclara enseguida. Pero, y si no fuera así...
La verdadera es innata al Ser Humano. Procede del Universo y, en menor medida, de la naturaleza. La artificial, aunque necesaria, es la que hemos creado para nuestra necesidad vital.
Pensemos que la luz natural fuese la verdad y la artificial la mentira. Es bastante sencillo, una vez decidido qué es la verdad. Cada uno tenemos la nuestra. Con lo que vinculamos la verdad (la luz natural) a lo que entendemos por posesión transferida a opinión.
Pero, al igual que en la foto, la luz que nos interesa descubrir aparece en otra tonalidad, cuyo interés en hallarla la hará relucir y revelar. Las luces artificiales, las mentiras, siempre son más y se unen formando clanes con lo que pueden anular la natural, las verdades. Después, las artificiales intentarán distraer y, más adelante, harán prevalecer su mayoría. Eso, ante el ojo inexperto y despistado.
Sucede exactamente lo mismo con verdades y mentiras. 
Empero, éstas últimas, y eso siempre se les olvida, acabaran fundiéndose.

lunes, 4 de abril de 2022

UN DÍA PISÓ UN CHARCO

Un día pisó un charco cuando contemplaba las fulgurantes estrellas y un frío intenso le atosigó el pie. Fue como el contacto descalzo contra el mármol recién pulido. Fue la mordedura portentosa de un gusano. Entró en su cuerpo rompiendo una vieja herida aún sin cicatrizar. Pronto, muy pronto, se vampirizó y comenzó a beber con avidez esa su sustancia vital. ¡Ansioso chupador de sangre! Artigó las azules cañerías destrozó la carne y el músculo y el hueso turbando la visión y las estrellas perdieron brillo. Escaló por un nervio hasta su arjé. ¡Gusano alcohólico de sangre! Invadió el corazón, creció y creció. Se agigantó. Notó la ingravidez a su alrededor. Allí hiló su morada, en pocos años y sin descanso, un enorme capullo ligero como el viento, cebado y áspero como aquel derrotado tiempo. Le hacía flotar entre borbotones de savia roja. Un día rompió su prisión y la crisálida voló sin mirar atrás directa al Cosmos fuera del agujero maltrecho de tejidos rotos. La vió alejarse con todo el pecho derramado y abierto y ofensivo y sangrante. ¡Su pobre corazón!

martes, 1 de marzo de 2022

UNOS PUNTITOS caprichosamente REBELDES

   La puerta de la enfermería del ambulatorio malagueño del SAS que me correspondía por empadronamiento se hallaba entreabierta cuando llegó la hora de mi cita previa. Llamé con extrema suavidad ya que mi problema era muy delicado de tratar. Y la vi.

   Allí me esperaba la enfermera más guapa que he visto nunca. Comencé a sudar.

   Y a recordar.

 

   Un año antes empezaron mis problemas a la hora de miccionar. Me ha salido demasiado fino; de modo que escribiré orinar, para más señas.

   Un compañero de trabajo, con el que recorrí las vías del tren durante un par de semanas, y las instalaciones de paso, en un mantenimiento preventivo, observó como yo tardaba mucho tiempo en orinar y como me hurgaba mi parte más íntima. Me comentó un par de detalles para confirmar, si coincidían, qué era lo que me sucedía.

   Confirmación aprobada: la piel que recubre el glande de mi pene se había estrechado y la cosa iba en aumento. Y lo fue durante un mes más. Las erecciones se convirtieron en un proceso doloroso. Me alegré de ser soltero. No podía ver ninguna escena erótica y muchísimo menos pornográfica. Ya eran dos procesos dolorosos encadenados.

  Tuve que ir a mi médica de cabecera a enseñarle la polla y después al especialista a enseñársela también. Como las visitas médicas van tan lentas se puede imaginar el tiempo transcurrido hasta la fecha de la operación. En efecto, FIMOSIS provocada por un exceso de azúcar en la sangre; y sí, me iban a recortar piel con un láser.

   Estuve seis meses sin eyacular. No era grave ya que la juventud hace bastante tiempo que me abandonó. Debo reconocer que la vida se tornó algo más triste.

   El día de la operación, cuando la ciudadanía española llevaba una semana confinada por culpa del COVID-19, el Universo lo confunda, me llevaron al quirófano. Ese día, después de operarme, cerrarían la sala hasta nuevo aviso: tres meses. Fui el último intervenido.

  Todo transcurrió rápido y eficaz, excepto un pequeño inciso que tiene que ver con la rebeldía de los puntos que me endiñaron, quince en total, y que debían desaparecer solos; o sea, caerse ellos solitos. ¿Por qué los llamó rebeldes? Porque no se cayeron.

   Transcurridos dos meses desde la operación los puntos seguían bien firmes recubiertos de piel y con toda la pinta de enquistarse. Bien, pues cita con la enfermería.

 

   Allí estaba ella, sentada. La enfermará modelo. Parecía sacada de un anuncio. Veintipocos años, melena morena ondulada y con los ojos verdes, o quizá eran rojos, labios carnosos, y una bata blanca impecable. Me miró con ilusión, creo que porque yo no tenía pinta de necesitar ninguna cura duradera. Entonces, ante su pregunta, tuve que narrarle qué es lo que yo hacía allí y qué tipo de cura necesitaba. Me miró a los ojos y se le erizó el pelo y su semblante cambió. Se puso tristísima de golpe. A la pobrecita sólo le faltó llorar de pensar que tenía que tocarle el pene, y durante un buen rato, a un tipo de la edad de su padre, por lo menos. Y yo de pensarlo lloré de verdad, pues padecí una erección imaginando mi miembro en sus manos. Entre los puntos, los calzoncillos y el pantalón sufrí un agobio y un dolor inmenso. Y ella sospechó lo que me ocurría.

   La enfermera salió huyendo de allí. La verdad es que sentí alivio al verla marchar. Hubiera sido imposible cualquier intervención sin tener que tocarme el pene y, en concatenación, yo me hubiera empalmado todo el rato. En fin, un desastre.

 

   Apareció, a los diez minutos, un enfermero. Nada más verlo cualquier vestigio de erección era impensable. El tío estaría a punto de jubilarse y era calvo, pero no del todo, y presentaba manchas por toda la cabeza y tenía un labio más oscuro que el otro. Ideal.

 

   Treinta minutos después salí del ambulatorio con gran felicidad. Después de que mi pene se hiciera amigo del enfermero. Pienso, porque ni yo mismo me lo he manoseado tanto en toda mi vida. Pero le debo estar agradecido por su exquisita profesionalidad.

   Durante los dos días siguientes tuve un cosquilleo muy agradable por la zona de los caprichosos puntos. Y al tercer día estaba curado del todo.

   Había que poner la maquinaria a punto. Había que probarlo. El miembro noble, digo.

 

  Esa noche, al amparo de las sábanas y con toallitas de papel muy a mano, imaginé a la espectacular enfermera tocándome y acariciándome. Y algún gesto algo más sexual.

   Al día siguiente cambié las sábanas. Hicieron el papel de las servilletitas que no  bastaron, ya que pude haber experimentado la eyaculación mas potente de todas.

   SALUD y SUERTE.

martes, 1 de febrero de 2022

TU FOTO


Allí estabas tú, en la red social, en mi móvil. Inmóvil.

Se te veía feliz, con seguridad en la sonrisa.

Me condujiste a otro tiempo y me quedé inmovilizado. Aquél donde toda molécula sustentaba tu rostro.

De repente, el presente me abofeteó la cara. El teléfono pasó a negro e hizo de espejo.

Noté el paso vertiginoso de un par de décadas 

y la madurez golpeándome la sien.

Me sentí feo.

Quizá siempre lo fui.

Habilité la pantalla.

Ahí estabas tú. Inmóvil.

Mirándome y riéndote.

Cerré los ojos y forcé mi memoria

para recordar la última vez que te abracé.

Entonces, levanté mis párpados y borré tu foto del presente.

Preferí ese pasado

para que me acompañara en este futuro.