jueves, 6 de abril de 2023

LOS PUENTES DE MADISON

La primera vez que la vi todos mis recuerdos de amores pasados se escondieron. 

Iba acompañada por un tipo de aspecto atlético. Les serví sus bebidas, un par de gin-tonic, y me dediqué a observarla con tal disimulo e interés que por poco me quedo estrábico. 

Al rato les serví otra ronda. Esta vez los invité. Sólo deseaba estar en contacto con sus ojos. Ella me correspondió. Nos sonreíamos con disimulo entre miradas furtivas.

La segunda vez que la vi mis recuerdos de amores pasados desaparecieron de mi mente como el azúcar en el agua. Llegó sola al bar para agradecer mi invitación anterior y mostrarme la pupa de amor de su labio superior, culpándome como haría una niña chica, por amarme. Aunque quiero pensar que lo hizo para contarme que estaba casada y sin hijos. Entonces la tristeza nos dominó por completo.

La tercera vez me pidió que la besara en la boca ya que no podía dormir y sentía la esperanza de así poder descansar. Le negué su petición durante cinco visitas más. Cuanto más me insistía ella más me enamoraba yo. Me confirmó que se divorciaría ya que no se sentía feliz.

¿Puede el amor estropear el amor? ¿Y arreglarlo? Yo digo que sí, señoras. Aquellos que tengan la certeza que lo difundan. Le harían un gran favor a la Humanidad.

Durante más de un mes jugamos con las conversaciones. Fantaseamos con una dulce amistad. Intimamos con los roces cada vez más duraderos. Y, al fin, nuestros labios ya no nos pertenecían. Se habían unido para siempre. Ese primer beso a escondidas aún me duele. Nunca había sentido algo parecido. Ni lo sentiré.

Después de esquivarlo cuanto pudimos sucumbimos al sexo con la promesa de una nueva vida juntos. Así fue. Seis meses después vivíamos juntos. Nos quedamos embarazados. Cambié el bar nocturno por un negocio diurno, una peluquería sinérgica con cafetería, y nos convertimos en familia. El amor será desamor para alguien, seguro.

Ese día, para celebrarlo nos dirigimos al cine para disfrutar de Los Puentes de Madison con la seguridad de que iba a ser la película de nuestras vidas con ese gran amor de madurez y con aquella escena al final tan desasosegante y de nudo en la garganta.

Hoy en día hacer el amor entre nosotros no es sólo durante los juegos sexuales, los que experimentamos continuamente, pues nos miramos a los ojos sin parpadear y con cara de felicidad y ya está resuelto.

En cierta ocasión, hace tiempo, le confesé que me estaba atrayendo una compañera de trabajo pero que no había pasado nada serio ni sexual. Esa compañera dejó de coquetear conmigo a los pocos días para convertirse en una gran amiga. No quiero saber nada del asunto pero si mi amada lo arregló lo hizo muy bien. Lo prometo.

Tras veinte años de vida familiar con nuestros hijos, dos niñas y el revoltoso, la quiero cada vez más. El amor ha dado el paso esperado y ha dejado la pasión aparcada para que crezcan la complicidad y el afecto ya para quedarse siempre.

El otro día para ganarme una discusión que era de su propiedad, pues ella llevaba la razón, va y me dice que como siga así de cabezota piensa, la próxima vez, no salir del coche durante la parada con el semáforo en rojo. Y que me dejaría abandonado y llorando de pie bajo la lluvia en mitad del cruce.

Como Meryl le hizo a Clint.