domingo, 21 de febrero de 2021

El Universo CABREADO

El Dueño de este  Universo está enfadado. ¿Quién lo desenfadará? El desenfadador que lo desenfade buen desenfadador será. ¿Y quién?

Pues tú, con tu intención personal e intransferible. Tú, con tu trato hacia la naturaleza. Tú, con tu consciencia noble y amiga.

El Pergamino del Borde Cuántico vislumbra el futuro probable de la Tierra. El experimento llamado Humanidad va a la deriva. Sabe que el planeta saldrá de este azote. Ya lo ha conseguido en ocasiones anteriores. Pero esta vez necesita ayuda inmediata. Los Pergaminos indican, intuyen, visionan y aconsejan. Un oasis azul en el oscuro y frío Cristal Negro está en peligro. Hay muy pocos en el Cosmos; demasiado pocos, casi ninguno. Quizá el único. Es un tesoro.

El Dueño de este Universo va a esperar un siglo más. Son cuatro generaciones para los hombres, mujeres y sus hijos. Ya está decidido. O sucede el cambio climático en firme y efectivo o despertará a la menor de las hijas de Enya...

... la Hija de Enya ...


martes, 2 de febrero de 2021

El Retiro y el cabrón del mimo

 

Por esa época éste que escribe (podría simplemente haber despachado el pronombre yo pero tengo ganas de tirarme el rollo) sentía una gran necesidad de acostarme con un gran número de muchachas distintas. Es algo que merecería una atención especial, pues puede convertirse en una tragedia al cabo, con el paso del tiempo, pero esta anécdota no lo necesita. Puesto que el amor no terminaba de aparecer y mi vida era muy festivalera y nocturna y accedía todas las noches (trabajaba en un bar de copas, el mío, en Madrid) a distintas mujeres de carácter abierto, normalmente, siempre que me lo podía permitir, apenas repetía un acto de sexo con alguna chica. No es que fuera drástico, si había que repetir se repetía; pero como el día era largo, raro era que no pusiera mi meta en conseguir otra hembra (suena regular lo sé, pero es bastante acertado). De modo que todo cansa y el roce lleva al afecto y con suerte al cariño, conocí a una mujer, ambos recién cumplidos los treinta años, con la que repetí en varias ocasiones, debido a la insistencia de ella debo reconocer, y en confesión, gracias a las bondades sexuales que nos regalábamos todas las noches en su cama, le prometí que no miraría a ninguna otra mujer hasta que confirmáramos que nos estábamos enamorando, o no. Para que no se me olvidara estuvo todas las noches a mi lado y mirando con cara de desprecio a toda chica que se encontraba a mi vera. Reconozco que noté celos sobreelevados pero no me percataba de que ésa no era la forma ideal de mantener a un tipo a tu lado, pues en esta vida “por cojones” no se consigue nada que te lleve a la felicidad. Pero a mí no me faltaba mi ración diaria de sexo que era lo que me tenía enganchado. Qué razón llevan los que dicen que es muy malo pensar con el pene. Ahora viene el paseo por el Parque del Buen Retiro madrileño en una tarde plácida de domingo, y conocer al cabrón del mimo. Apenas hablábamos de nada, éramos de pocas palabras. Sólo para evitar que se pusiera celosa dejé de mirar a las paseantes. Era verano y se veía mucha minifalda. Me recordó que mientras estuviéramos unidos no podría poner los ojos en ninguna chica. Ya estaba harto de esa situación y me planteaba no acostarme más con ella, pero tenía la habilidad de hacerme sentir culpable si se veía abocada a una nueva temporada sola después de haber follado conmigo salvajemente. Era un lío, y el amor no surgía en mí. Topamos con un grupo de personas que observaban a un mimo emular mimeces. Esas cosas que hacen de chocarse con una pared invisible y todo eso. Comenzó el mimo a elegir a gente para desarrollar un juego y me tocó a mí ser uno de los participantes. No me gustaba la idea pero quise ser simpático y separarme unos metros de mi acompañante, para relajarme. Menudo relajo más chungo. Se me ocurrió decirle al mimo al oído que por qué me había situado junto a dos tíos feos cuando enfrente se hallaban tres tías a cuál más buena. El dichoso mimo sonrió y abrió sus ojos a tope y se giró hacia mi pareja para indicarle mediante gestos que era una cornuda, y todo el mundo se echó a reír pensando que era una gracia. Pero no lo fue. Ella se echó a llorar y comenzó a insultarme. El mimo la animó a continuar con las pullas (pensaría que era buen espectáculo) y algunas de las presentes la secundaron. Y si a una mujer enfadada otra le da la razón estás acabado. El caso es que pasé uno de los peores momentos de mi vida social. Lo más jodido es que acabé jodiendo con ella esa misma noche. La relación no prosperó y pocas semanas después la dejamos entre grandes sobresaltos. A partir de ese momento me pensé mejor con quién me iba a la cama, aunque me duró poco el “celibato”. Una pena, vamos.