martes, 2 de abril de 2024

SOBRE LOS PRINCESOS AZULES

PRINCESO AZUL: el amor soñado. Vale para todos los sexos.

Durante la adolescencia, antes de los fracasos amorosos venideros, cuando nuestras hormonas nos impiden razonar y nos enamoramos catorce o quince veces al día o, en su defecto, catorce o quince días de la misma persona, muchas veces platónicamente, los conceptos de amor normalmente pasan por creer que llegará algún día el Princeso Azul. Ahora demos un salto. Ya hemos pasado de adolescentes a treintañeros.

Supongamos que seguimos esperando al amor azul, al príncipe, princesa, o sea: el Princeso. ¿Por qué tarda tanto en llegar? ¿En verdad existe?

Algunos darán por muerta esa opción. No existe, y si existiere no nos merecemos su compañía. Debido a que el ser amado sí se merecería un princeso azul. 

Algunas personas, bien cumplidos los treinta años, que sin actuar como princesas azules siguen esperando a su príncipe. Cómo si aquél no tuviera otra cosa que hacer. Oye, para que te toque la lotería hay que arrimar el hombro, hay que jugar. Hay que currárselo. Pórtate como un princeso y tus posibilidades crecerán a tope.

El Princeso Azul necesita alguien que dé su perfil. No se va con cualquiera. Y huye descaradamente de todo tipo de cafres. Y huye de drogas, de noches baratas de borrachera, de gente fácil que para evitar la soledad se dedican sólo a follar. 

El Princeso Azul es omnisciente. Lo ve todo. Lo sabe todo de ti.

El paso de adolescentes a los treintaypico requiere de un proceso ecuánime. Si ese proceso te sorprende con un hogar montado todo es paulatino y con treinta años tu princeso será precisamente ése: un hogar feliz. Pero en ocasiones, normalmente por divorcios, a algunas personas les pillan los treinta años en un cambio de coyuntura emocional. Es decir, han pasado de tener un hogar montado hacia una soltería galopante. Y la memoria sensitiva improntada en el cerebro desarrolla el lapsus en forma de puente para enlazar aquella soltería con esta opción en tu nueva vida. Vuelven a ser adolescentes. Y a esperar a su princeso. Normalmente a esperarlo sentados, sin esforzarnos. Pero no llega. Por cierto, los princesos no follan. Sólo hacen el amor. Creo que el concepto está claro. Los Princesos Azules sí que existen. Están dentro de nosotros. Nada más hay que sacarlos a la luz.