lunes, 4 de abril de 2022

UN DÍA PISÓ UN CHARCO

Un día pisó un charco cuando contemplaba las fulgurantes estrellas y un frío intenso le atosigó el pie. Fue como el contacto descalzo contra el mármol recién pulido. Fue la mordedura portentosa de un gusano. Entró en su cuerpo rompiendo una vieja herida aún sin cicatrizar. Pronto, muy pronto, se vampirizó y comenzó a beber con avidez esa su sustancia vital. ¡Ansioso chupador de sangre! Artigó las azules cañerías destrozó la carne y el músculo y el hueso turbando la visión y las estrellas perdieron brillo. Escaló por un nervio hasta su arjé. ¡Gusano alcohólico de sangre! Invadió el corazón, creció y creció. Se agigantó. Notó la ingravidez a su alrededor. Allí hiló su morada, en pocos años y sin descanso, un enorme capullo ligero como el viento, cebado y áspero como aquel derrotado tiempo. Le hacía flotar entre borbotones de savia roja. Un día rompió su prisión y la crisálida voló sin mirar atrás directa al Cosmos fuera del agujero maltrecho de tejidos rotos. La vió alejarse con todo el pecho derramado y abierto y ofensivo y sangrante. ¡Su pobre corazón!