Allí estabas tú, en la red social, en mi móvil. Inmóvil.
Se te veía feliz, con seguridad en la sonrisa.
Me condujiste a otro tiempo y me quedé inmovilizado. Aquél donde toda molécula sustentaba tu rostro.
De repente, el presente me abofeteó la cara. El teléfono pasó a negro e hizo de espejo.
Noté el paso vertiginoso de un par de décadas
y la madurez golpeándome la sien.
Me sentí feo.
Quizá siempre lo fui.
Habilité la pantalla.
Ahí estabas tú. Inmóvil.
Mirándome y riéndote.
Cerré los ojos y forcé mi memoria
para recordar la última vez que te abracé.
Entonces, levanté mis párpados y borré tu foto del presente.
Preferí ese pasado
para que me acompañara en este futuro.
3 comentarios:
Basado en hechos reales.
Desde luego, hay veces que te miras en el espejo y no conoces al que está al otro lado, solo cuando miras en lo más profundo de esa mirada, aparece aquel muchacho que recuerdas y es ntonces cuando te giras y te vas con el recuerdo ese reflejo. Gran relato, Manuel.
Muchas gracias mi amigo anónimo Manolo.
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