martes, 3 de junio de 2025

NADIE ADVIERTE SOBRE EL AMOR

Persiguió a su amor acorralándolo, pensando que tenía todo el derecho por el simple hecho de amar, asediándolo, creyendo que su amor le pertenecía, por el simple hecho de amar, agobiándolo con chantajes emocionales, a su amor, viviendo sus pensamientos sin conocerlos, recriminándolo, sin pudor, por no corresponderle en su medida, espiando su vida como si le perteneciera, por el simple hecho de amar, obligándolo, a su amor, a corresponder, valorando que se lo merecía, por el simple hecho de amar.

Nadie advirtió a esa persona que el amor no está obligado, no pertenece a nadie y que tiene vida propia, que al amor se le conquista con amor y no con razones ni estratagemas ni celos. Y ahora ya no lo reconoce.
Esa persona pudiere estar tan cerca de ti que te esté fagocitando.

viernes, 2 de mayo de 2025

DUDAS

 DICES QUE DUDO DE TI
Y NO LO DUDAS
SIN DUDAR DE LO QUE DUDO
Y SI NO DUDO DUDAS
PERO SI PARAMOS
DUDAMOS.


 

domingo, 6 de abril de 2025

sábado, 1 de marzo de 2025

UN GESTO SUBLIME

   Federico Mínguez vive solo. Esta mañana se dirige a dar su cotidiano paseo, interrumpido por un café bien calentito, que le distraiga del aburrimiento diario. Está el hombre un tanto calvete por la cocorota, ésa que se rasca de atrás hacia delante mientras ingiere el tórrido líquido. En su bar favorito contempla un cuadro, regalo suyo; que, a veces, lo hace llorar favoreciendo sus rasgos marcados por la dejadez. Le gusta madrugar, costumbre que no ha perdido al jubilarse después de 40 años de trabajador metalúrgico en una factoría del polígono de Camarmilla en Alcalá de Henares, ciudad que recientemente nombraron Patrimonio de la Humanidad, insuflándole mucha alegría, ya que su mujer nació allí en la ciudad Complutense. Federico es un jubilado forzoso en la táctica de las empresas por medio de las bajas incentivadas para aquéllas que pretenden los beneficios por encima de cualquier otra cuestión. Toda la vida ha sido sindicalista. “Me han quitado de en medio”. Federico a duras penas aguanta la vista de los paisajes cercanos que rememoran su feliz matrimonio. Quiere marcharse del lugar. “Soy un olmo en medio de un gran bosque de pinos”. Ahora agarra su paquete de tabaco y su caja de mixtos para que más tarde el humo abra una cortina entre él y los demás, aunque es un gran observador de las circunstancias humanas. “La cama no es lo mío”, expresa a los conocidos en el hogar del jubilado del Chorrillo. A veces, pinta algún paisaje al óleo. Su mujer era su crítica y admiradora. Últimamente suele escribir algunas reflexiones y recuerdos por pura catarsis. Hoy ha pensado variar su recorrido, quiere saber, explorar, lo que para él es el estudio connotativo de aceras, caminos, altibajos y toda suerte de trabas y obstáculos con los que pudiera toparse. Luego en casa hace un pequeño plano que irá reformando con cada nueva caminata. ¿Pero por qué su casa está desordenada y con los cuadros torcidos? Él es un quejica. Se queja, el hombre, de no tener ya nada que hacer en esta vida. No tiene hijos, fue imposible por culpa de su esterilidad, y de los fallidos intentos por adoptar. “Estos fascistas me van a castigar mientras viva”. Ve el recién inaugurado puente de hierro que sortea las vías del tren, se alegra al pensar la vuelta tan grande que la ciudadanía va a ahorrarse. Dos barrios humildes, antes suburbios, quedaran por fin unidos para siempre, piensa, mientras se arrima el cuello de la camisa hacia su cogote pelado. El puente es de una estructura sólida y uniforme, hierro y hormigón bailando, gris, estrecho, y con la altura justa para librar la catenaria del tren. “Pandilla de tacaños”. Se acerca con lentitud, se percata de la falta de iluminación de la construcción. La madrugada le ayuda a definir la situación, la fresquita le roza la cara. Entonces, distingue algo, sí, una silueta humana, en lo alto del puente. Le parece inmóvil al primer vistazo y el detalle le choca. La brisa es poderosa y no debe apetecer mucho estarse quieto allá arriba. No es una parada de autobús ni debe ser una cita, desde luego. La figura se define a medida que él sube la rampa. Es una jovencita con una melena larga y despeinada, normal, el viento hace su trabajo. La observa realizar movimientos extraños. De lejos parecía quieta, pero, ahora se le reconoce una alteración nerviosa, que la hace ir cambiando de posición, para alternar el apoyo en la barandilla de un codo a otro, en impulsos respingosos. Y cambia la inclinación de su escultural cuerpo de lado, en plan brutal. Fede, desde abajo se para impresionado. Ella podría dañarse, lanza la mirada al cielo, inclina su cabeza y después se golpea. Este gesto crea una duda en nuestro protagonista, donde la locura de la muchacha la resolvería. “¡Qué coño!”. De pronto, por la lejanía de una última curva comienza a florecer una luz amarillenta, acompañada de un ruido entremezcla de pitidos reiterativos de una gran bocina que crecen a cada instante. Viene un tren. Vuelve a mirar a la muchacha. Ella quiere brincar. Ella quiere tirarse a la vía.  “¡Oh no!”, exclama aterrorizado. La chica alza un pie por encima de la barandilla y se dispone a forzar sus brazos, va a saltar. Los gritos de él se ahogan en el ambiente, da un salto para los dos últimos peldaños, pues, y avanza, jadea, y corre como hacía muchos años. La frenada del tren no llegará a tiempo de arrollar a la chica, de ocurrir lo inevitable. Se entabla una veloz carrera entre un ser humano y una máquina. Ella mantiene ahora los dos pies en alto y el culo aposentado en la barandilla, sólo basta un mínimo impulso para caer. Él llega, la agarra por la cazadora, le pega un tirón, la arrastra a piso firme, la suelta, se agacha para resollar, la mira, resopla. Dos minutos más tarde, los dos abrazados, más bien él la arropa para evitarle los tiritones que ella está soltando, bajan las escaleras buscando la seguridad de la acera. Fede, antes de preguntar nada, recapacita sobre la circunstancia que ha vivido en tan intensos minutos, comienza a deducir que la chica ha sufrido algún tipo de trasiego nocturno especial. Ella viste ropa muy sexy; falda corta y estrecha, con blusa ajustada. “Cuéntame, hija”, la anima, mientras le ofrece su pañuelo. Ambos se han hermanado con un banco del parquecillo cercano. La chica se recupera por momentos, pero parece abstraída, rompe a llorar desconsoladamente. Al parecer al recuperar la lucidez reconoce lo que ha estado a punto de hacer. Querer suicidarse. “Anda, hija, cuéntame” Ella habla, cuenta, se llama Liliana, relata su aventura, la huida de su país de origen a la madre patria, del engaño soportado bajo amenaza de unos hombres que comercian con el sexo, de una noche disparatada de drogas y alcohol, cansada de que se la follaran, y su escapada por la ventana del baño. Sí, sin duda alguna, Liliana es una joven prostituta, con la adolescencia perdida en antros carnales. Fede no comprende como puede esa situación llevarla al suicidio, ya que él ni se lo ha planteado cuando la oscuridad de la soledad le penetra el alma. Pero comprende en el acto que si existiera la Providencia, o simplemente una meta florecida, ha sido elegido para solucionar esta debacle que asedia a este ser humano. Fue tan rápida la decisión que pareciera que él la esperaba desde siempre. Ahora debe eliminarle todos los miedos.

-- No te preocupes por nada. Si el destino nos ha unido ningún hijo de puta nos va a separar. Te ayudaré hasta el final, Liliana, hija. Vamos a mi casa donde te adecentarás y descansarás hasta que te apetezca. No vas a volver al lugar que te ha llevado a esta situación. Vamos, hija, sígueme.

-- Me buscarán. ¿Y si me encuentran?

-- No te va a pasar nada. Cuando pasen varios días iremos al ayuntamiento y nos lo tendrán que solucionar, te lo juro. Además tengo un amigo policía. Mis impuestos deben servir para este tipo de ayudas, también. Ya verás. 

Liliana y Federico entablaron a raíz del suceso una soldada amistad. Más que amigos se convirtieron en familia. Se les veía pasear por encima del puente y riéndose en más de una ocasión; mientras señalaban la llegada de una nueva composición de tren que se acercaba a toda velocidad, al poco tiempo de confirmarse en el ayuntamiento de la plaza de Cervantes, que, si algo malo le sucediera a la muchacha o a él, cerrarían el club de la carretera de Guadalajara para siempre, amén de meter en la cárcel a todo cristo viviente. Liliana aceptó el alojamiento que le proporcionó Federico a cambio de una labor como empleada de su hogar. Al fin, su casa permanecería ordenada. Él podría pintar todo el tiempo que quisiera y además él había recobrado cierta felicidad. Ella podría llevar una vida normal durante el día, si así lo deseara.

Federico Mínguez pintó un cuadro al óleo, de dimensiones grandes, en el que se veía a la chica que le dio harto motivos considerables para seguir viviendo, conversando con un vecino veinteañero, y que contemplan, los dos, justo la dirección que indica el horizonte. Cuadro muy parecido al que le hacía llorar de vez en cuando, en el bar, que refleja una misma situación con su difunta mujer, de título: UN GESTO SUBLIME.



domingo, 2 de febrero de 2025

AL FIN GEMISTE MI NOMBRE

Hace tanto tiempo que sueño con tu abrazo que se me aferra con todas tus fuerzas y me acercas hacia tu corazón, con suerte para mí tan cerca de tus senos, dos montículos turgentes coronados por dos pezones de miel, redondos y claros, como tú. Así floreciste para mí.

Sueño que me besas con tus labios hinchados de placer desde la cima del mundo, para captar, lo sé, lo intuyo, que aún no has dejado de mirar hacia abajo como una niña, a lo último sola, que es lo que escuchaste en aquella ocasión que el sueño se convirtió en realidad durante unos segundos.
Estamos juntos en tu bañera del hotel. Yo repito tu nombre en intervalos precisos, porque te deseaba tan cerca de mí que no me puedo contener. Te dejas llevar por los recuerdos de esa gran canción que te enamoró. Te ruego que no finjas más, no es ningún rol de película, algunos de los cuales son maravillosos. Te pido perdón al oído por no acordarme de todos tus papeles europeos, aunque sí de los importantes, y me compensas con un baile sensual acuático, de repente tengo tus partes más intimas en mi boca. Estás húmeda por partida doble, tu monte de Venus es prominente, liso y muy brillante. Huele a una mar desaforada. Vuelvo a repetir tu nombre. Y odio a quien te odia, te digo, ¿y entonces me empujas dentro de ti?, no sé ya nada.
Escucho tus gemidos a través del agua burbujeante, ahora me acercas a tu lengua que me embadurna todo el cuerpo con saliva que me sabe a eucalipto con limón, en mi interior has tatuado ya ese olor de por vida. Espero tus decisiones para más penetración, no tengo prisa, ya que soy tuyo para siempre.
Tú y yo, como un matrimonio bien concordado donde, para siempre, serás la protagonista absoluta.
Por fin; oigo, como un eco perturbado, pero dulcificado, brotado de tus cuerdas vocales, con esa dicción maravillosa, y a sabiendas de que mi cercanía te pone muy excitada, ése, mi nombre: “¡OSCAR!”

domingo, 5 de enero de 2025

UNA CAPRICHOSA LEYENDA NEGRA

Tres días con sus noches lleva Ángel tratando de componer un tema musical. Va a ser una canción melódica que le han propuesto incluir en un álbum recopilatorio para una compañía nueva sobre músicos anónimos. Es el encargo de su vida. Él desea que sea una creación novedosa y a partir de ahí poder componer un álbum completo.
Ya era el tercer día que una cuadrilla de albañiles reformaba la casa baja del portal de al lado. El eco de los golpes del cincel y la radial contra el hormigón resonaban a buen compás. El ruido obsequiaba los oídos con una especie de rapsodia urbana, incansable, inalterable. Son los sonidos para el sustento. El acuerdo al que habían llegado los albañiles era al cobro por equiparación con el tiempo empleado. Pues, ¡ale!, a destajo. De modo que duro al trabajo, día y noche, por cuadrillas.
...PUUNNKKTTOK...PUUNNKKTTOK...PUUNNKKTTOK..RRRRUUUUUU....GGGGGRRRUUUGG...PUUNNKKTTOK...RRRRUUUUGGGGGRRRUUUGGgggggggg.
Ángel había aireado sus protestas encarecidamente. Pero todo había sido inútil. Tampoco había conseguido su melodía ansiada ni la letra adecuada, sólo lograba una amalgama de tonalidades donde las notas discutían entre sí, y acababan siempre con el mismo son proveniente de la calle...RRRRUUUUUUGGGGGRRRU...!!UUGG¡¡...PUUNNKKTTOK... RRRRUUUUUUGGGGGRRRUUUGG......RRRRUUUUUUGGGGGRRR.
Él aún no descubre al cuervo negro que silba en el alféizar de su ventana.
Vaya. En estos momentos son las ocho de la tarde del tercer día. 
Y los ruidos de la obra han cesado.
"Sí, no me lo puedo creer, han parado estos mamones, ¿se habrán muerto?"
Ángel se acaba de beber la última botella de güisqui Dyc. Él cree que todo buen creador debe tener una leyenda negra, negrísima. Es lo que le han inculcado las biografías de los superartistas roqueros. Él sólo tiene como leyenda su barata botella. Una leyenda negra la debe tener cualquier buen creador y debe de estar atormentado. "Además; debe de quemarse el alma, de vez en cuando".
Arrastra tres días de borrachera de leyenda negra, complementada con anfetaminas, desplazando todo tipo de alimento.
Pero los ruidos han cesado y el artista va a pasar a la acción. Él va a triunfar. Él va a crear la balada inédita que le hará famoso. Y su guitarra y sus canciones crecerán como la mala hierba entre el césped acústico para todos aquellos que lo han estado esquivando. Se van a enterar. ¡Ja! Ahora, Ángel agarra la botella de Dyc y le besa el culo. Recuerda aquél creador con leyenda negra que se acordaba de los malos tratos recibidos en su niñez para componer canciones esquizofrénicas, y de aquél otro que utilizaba sus recuerdos infantiles para crear canciones de amor. Y recuerda aquel Conde de Montecristo que volvió de los infiernos en forma de ángel canoso para recrearse en su venganza. Y se acuerda de los albañiles. Chilla de alborozo al comprobar que ya no hay ruidos. Jején. Por fin, se acuerda de su guitarra eléctrica y de su futuro.
Él entra en su especial nave espacial, aposenta su trasero en el taburete y sube el amplificador, todo muy a la mano. La letra debe tratar de algo tierno y esperanzador, a la par. Ya está bien de criticar la sociedad. Una canción tierna tiene que abrir la esperanza en primer lugar, y en segundo debe consternar. Pero no debe resultar blando el mensaje. Aparte de flores, también en el planeta hay contaminación. Es la mirada de cada uno la que enfoca el tema en cada momento. Desea que la letra y la melodía sean eternas y no tengan época. Como aquella Teoría del Bien y del Mal que la humanidad acarrea con y contra sí. Es eterna, no avanza ni retrocede. Estamos en el mismo sitio que Platón y Aristóteles. Hemos adelantado algo con respecto al demiurgo, pero la línea que divide el bien del mal sigue donde estaba. Incansable. Ángel ha descubierto el tema y se la va a jugar. Vaya si se la va a jugar. Un tema tipo balada que transmita consciencia del ging y del gang. Un tema donde las flores y las charcas de cloro se den la mano, para que acabe con un exquisito punteo de guitarra, a la vez que todos los instrumentos le dan paso a una expresión para que un niño blanco, cuando la escuche, bese a una niña negra. Jo. Infatigable.
Ya son las once de la noche y tiene que llevar la maqueta casera a primera hora de la mañana sin pérdida de tiempo. Él cree tener la idea, la motivación, y las agallas suficientes para enfrentarse a ello, a todos, y al tiempo. Debe lograrlo con éxito para que su ego vuelva a funcionar como es debido. Cree que está a tiempo de ser artista y creador. Tiene algo más de cuarenta años y ni se ha enterado de ello, entre tanta fiesta y acompañamientos musicales, saltando de grupo en grupo y de cama en cama. Y de bar en bar.
Carece de los medios tecnológicos adecuados para construir su superbalada. Pero si la maqueta gusta y el tema engancha, al fin dará la sorpresa. Prometió que la aprovecharía.
Ahora, todo lo hará en pos de ser un buen músico. Rodeándose de cuantas cosas le sean necesarias y olvidando todas aquéllas que no lo sean. Se acabó perder el tiempo. Si consigue esta canción intuye de sobra que habrá abierto una exquisita puerta de creatividad que le conducirá al jardín de las notas musicales. Allí donde los poetas se enamoran de las ninfas musicales. Manos a la obra.
Las cuatro primeras notas salen airosas. La letra con sangre entra, se ridiculiza él primero para engañar al subconsciente y que saque a relucir lo que el consciente le va reclamando. La borrachera le crece por momentos. Rememora una vieja canción con la que se enamoró de una joven pecosa. Piensa en lo hermoso que surge el flamenco cuando se fusiona con cualquier tipo de música con ritmo. Y de la paliza que le propinó su viejo al pillarlo con su primer porro. Jején. Y en su mente crece una certeza que nunca quiso reconocer. Ahora sí. Se le saltan dos lagrimones como dos nubes y se le cae el mundo encima, para después reírse irónicamente.
Todo formará parte de su particular leyenda negra. Y otro largo trago. Además, el último compás acústico irá acompañado de alguna frase esperanzadora: acércame esa ramita...
Así que duro al trabajo, noche y madrugada. Manos a la obra.
...RRRRUNNKKTTOK...PUUNNKKTTOK...PUUNNKKTTOK...RRRRUUUUUGGGGGRRRUUUGG...!UGGGGggggggggg!PUUNNKKTTOK... ...RRRRUUUUUUGGGGGRRRUUUGG... ¡NO! "¿¡Cómo es posible!?" El demonio remueve el caldero. Adiós a la ramita. Adiós al beso entre fango.... PUUNNKKTTOK...PUUNNKKTTOK...PUUNNKKTTOK...RUUUUUUGGGGGRRRUUUGG...PUUNNKKTTOK...RRRRUUUUUUGGGGGRRRUUUGGG...PUUNNKKTTOK...PUUNNKKTTOKRRRUUUUUUGGGGGRRRUUUGGPUUNNKKTTOK...RRRRUUUUUUGGGGGRRRUUUGG 
¡Otra vez!
Son las doce de la noche justo el momento en que Ángel golpea su guitarra contra el suelo, enajenado por la falta de sustancia alimenticia.
Marcan las doce y cinco minutos cuando se acerca hasta la casa baja, para negociar con los albañiles, alocado y con la sangre alterada.
Las doce y diez, cuando una bruja oscura sale a volar, y le dice a Ángel al oído que insulte a los albañiles, y la escucha enajenado por la fatiga intelectual y esgrime un mástil estriado.
Las doce y cuarto, cuando la bruja malvada se marcha riéndose dejando a Ángel postrado ante los dos albañiles, que están harto enfadados y harto borrachos. Consideran a Ángel un parásito de la sociedad. No como ellos, siempre trabajando tan duro.
Le replican los insultos al artista, bajo amenaza agresora sanguinolenta.
Las doce y media de la madrugada. Ahora, Ángel le pega una patada a un tabique recién enyesado y lo tira, y les lanza unos improperios, con saliva blanca espesa en sus labios.
Los albañiles se vuelven locos de pensar que ese malospelos no entiende de trabajo, si no comprendería que se dejan la vida currando a todas horas para que el sueldo sea digno, y que a veces ni les pagan.
Y la mano derecha del demonio, que también está borracho, actúa con celeridad y hace que Ángel le golpee en el pecho al albañil más cercano y que éste se caiga encima de unos materiales de derribo y se clave en la espalda un hierro de calamina. Entonces, el otro compañero, sintiéndose sin más consuelo, sacude en la cabeza del músico con una pala, y le apalea de nuevo con todas sus fuerzas.
El cuervo negro se retira con vuelo directo, y con cara de bruja.
Ángel cae al suelo con una brecha en la sien de doce centímetros, y la masa cerebral le abandona en lo terreno, desparramándose contra el suelo.
El albañil agredido se levanta enrabiado y remata a Ángel mediante una patada en la frente. Y la creatividad abandona para siempre el cuerpo del artista para que las ratas se puedan dar un festín... 
PUUNNKKTTOK... RRRRUUUUUUGGGGGRRRUUUGGG...PUUNNKKTTOK..PUUNNKKTTOK...RRRRUUUUUUGGGGGRRRUUUGG...PUUNNKKTTOK...RRRRUUUUUUGGGGGRRRUUUGGggggg...
Ángel se marcha al otro mundo con un horrible estrépito en su cabeza.
Durante un tiempo se hablará de un roquero con cierta leyenda negra que se cayó por la ventana, cuando fue a darle de comer a un gato, ¿o fue para fumarse un porro? ¡No!, se suicidó en un ataque de ansiedad. Unos jovencitos que comienzan a tocar, vecinos cercanos del suceso, dicen que se enfrentó a tres violadores y que arrebató a una muchacha de catorce años de sus garras. Pero aquella viejecita que siempre defendió a los albañiles dijo que lo pillaron robando para poder pincharse una dosis de droga. Y los albañiles pensarían, en la medida que el alcohol les dejó, que estaba loco. Que se les vino encima y que creían que iban a morir. En la grabadora de Ángel se hallaron las primeras palabras de su balada de encargo, salpicada con lágrimas de sangre.
Un antiguo compañero de bolos las quiso poner como epitafio en su tumba. 
Y el epitafio bien podría comenzar así: Soy una paloma de petróleo...