miércoles, 4 de junio de 2008

UN EPITAFIO

Un hombre de ademanes abatidos se acerca con paso presuroso -al sitio- portando un pequeño -¿gran?- regalo en su mano derecha. Parece hablar solo. Lo escucho con viva curiosidad y curiosa discreción...
""Al principio y consumado el hecho,
mi amada,
y con el sabor todavía humeante
en mis entrañas de aquélla,
tu -roja y oscura- sangre,
mi sueño -pesadilla- en un instante.
Roja oscura, el día crece sombrío
y entonces mi sueño -ya,-es muy constante.
Quiero y no puedo, trato pero no debo, recuerdo tras recuerdo,
para al final el mismo:
sonrisa con cólera, cariño con más desprecio,
la dulzura sin hermana
y el amor abalanzado hacia el suelo".
El hombre se postra, indeciso, frente a una tumba de mármol blanco...
"Sin verte yo te noto
sin notarte siempre te veo
y carrusel de miedos y toda mi vida en un mal pozo.
Mi mal lograda -buena- compañera,
encanto de mujer, hermosa brisa,
el tiempo apisonador, aprisa,
me quitó la razón para que mi juicio muera
y, entonces, tú muerta y yo sin risa.
Con ella cabalgas, allí te empujé,
apocalíptica situación de celos malditos,
que -sin pensar- su guadaña empuñé.
Ahora, bien la pido
y pregunta a pregunta de ella, sonriente muerte,
me asusto y dejó en el olvido..."
Deja caer lentamente, aquello que porta, en la losa...
""Aquí postrado, ruin y malvado,
toma estas flores que yo te traigo y toma estas lágrimas
de un hombre sin arraigo,
que en dos fieles cursos dos ríos deseo te formen
para flotar esa fría piedra
en la que te he sepultado.
¿Qué es el morir, vida mía,
sino una gota de sudor resbaladiza,
o un beso espirado en un adiós no deseado,
una gota de lluvia que cae sobre el hueso -ya- desechado?
Sino una rama voladera,
un ahondado suspiro
o esa ola de cresta blanca rompedera.
Todo eso muere, mi amada,
y todo vuelve a vivir;
si tú también, ¿gran exquisita duda?,
a mi dios le digo el amén."
El hombre se arrodilla y lanza sus brazos y manos al frente...
"¿Qué hice mal,
qué no hice bien,
qué te faltaba mi eterna deseada
y dónde acudir en mi inquisidora soledad,
dónde poder evitar todo brote de maldad?
De mis brazos volaste
en ese -último- intento
a otros -aquéllos- oportunistas, innobles,
que de falso cobijo te llenaron
y a mí de maligno odio me rociaron"
Ahora, el hombre se reincorpora...
"Tarde tormentosa,
borrachera sonada,
noche inquisidora,
paso dubitativo,
duda confirmada,
gesto imperativo,
un golpe decidido
y tú -¡ZAS!- sin respiro.
¿Qué es la locura,
qué, sino ese desorden equívoco,
qué, sino olvidar lo más querido,
sino tu compañía haber perdido
sin ofrecer ninguna cura".
Coge el ramo con delicadeza y lo deposita en el marchito florero...
"Hoy aquí con todo dolor incrustado
en mi horrible pena firme llevada
entre cuatro tristes grises paredes
que por enajenado
en vida se me condena.
Hoy, aquí otra vez,
con este inocente ramo, augusto e ignorante,
a escanciar mi llanto
a leer ese grabado
a respirar tu fresco
y a morir otro tanto".
Mira al cielo...
"Me vuelvo a prisión -mi sitio-
para comenzar otra nueva misiva
inspirada encomienda y relajada.
Final insensible,
epitafio inamovible
para esa nuestra trágica historia,
ya indecible".
El hombre vuelve su mirada hacia la inscripción en la lápida, a la vez que se limpia sus húmedas mejillas, triste y abatido parece casi chillar...
"ÉL CON OTRA...
TÚ CON ELLA...
Y YO, ¡YO!, SIN TI...""
Y lo veo alejarse, decidido y encaminado hacia a la puerta del cementerio. Allí, lo está esperando una pareja de la Guardia Civil. Lo meten en su coche.
Estuve un buen rato extrañado y compungido leyendo ese epitafio.

1 comentario:

MANUELO dijo...

Es una mezcla de poema y cuento. SALUD y SUERTE.