martes, 12 de agosto de 2008

SOBRE RETOCAR AL PASADO

A la par que corregía un relato creado por mí en el año 1998, más o menos; titulado: “un gesto sublime”, y con la intención de incluirlo en este blog, como así ha sido, se me advino una farragosa idea.
Antes de exponerla comentaré que, ante una nueva lectura y revisión, el relato me mostró los errores que cometí al escribirlo. ¿Errores? Es una gran duda que me atosiga. Lo escribí con la mejor de las intenciones (e iría dirigido a una causa noble), y poniendo sobre el folio todos los recursos de los que disponía en el momento de plasmarlo en el papel. El relato primigenio forma parte de un libro recopilatorio, seguramente ya descatalogado aunque yo conservo un ejemplar, en el que el original tiene su hueco para siempre, por mucho que yo le cambie algo ahora con cualquier intención. Lo recorté (eliminé todo material que no hiciera avanzar la historia para que fuera más corto), lo perfilé (compactando la información para que no sobrara nada), lo pulí (para que el mensaje y el resultado final tuviera fuerza y coherencia). Después de esto el relato ya vuela libre y prisionero de la interpretación del posible lector.
Ay, si pudiera cambiar, recortar, perfilar, pulir, borrar, las épocas o acciones de mi pasado a mi voluntad, igual que hago con mis escritos antiguos. Una idea bastante común en las personas adultas, debo deducir, sobre todo cuando los cincuenta años ya no están tan lejanos y nuestros sueños no acaban de cumplirse. Cambiar el pasado para que el futuro, este presente, sea tal y cual pensamos que sea, o debiera ser. Casi nada. Por mi parte, desde jovencito supe que iba a estar lleno de errores y siempre creí que cuando fuera mayor podría volver para arreglarlo todo, por eso he llegado a meter la pata en tantas ocasiones. Ahora sé, y para el resto del futuro, que de eso nada de nada.
Cómo si tuviéramos la certeza de que aquel día que acudimos a esa cita, o aquel otro en el que no acudimos, saltáramos en el tiempo y, ale, tocáramos todo lo que nos apeteciera, como si la vida fuera material de esculpir, y, en el acto, el presente se transformara mejorado y a nuestro antojo.
Al corregir el relato yo sí logré esto en buena medida. Sólo en lo relacionado al escrito, pero el mensaje que quise lanzar en su día es exactamente el mismo que se lanza hoy día. Sí, quizá ahora esté mejor escrito y con más posibilidades de ser premiado pero con muchísima menos personalidad. Y, lo mejor, sin el original no hubiera sido capaz de corregir nada, no hubiera habido base sobre la que actuar. Espero explicarme. Si soy capaz de plasmar algo digno ahora es porque antes experimenté y actué. Imaginemos que puedo viajar en el tiempo y cambio el relato antiguo por esta nueva versión, y ahora decidiera corregirlo y no pudiera. Que estuviera seco porque llegué a mi límite en aquel momento. Menudo riesgo.
Está claro que los errores del pasado nos agobian y atosigan y que es un consuelo decir: “si yo volviera atrás con lo que sé ahora”, a sabiendas de que es un imposible. Menuda cabezonería más exagerada.
El pasado es el que es. Punto. Utilicémoslo, al igual que se hace con la historia, recordándolo siempre para que no te vuelva a suceder lo de antes. Recordarlo para atormentarnos es un atraso. Como consuelo sí que se puede permitir alguna que otra vez: “¡me cago en los muertos de mi pasado!” Ahora bien, ante cada blasfemia de ese tipo debiéramos acompañarla con un grito de guerra que nos estimule: “¡qué orgulloso estoy de mi presente!” SUERTE.

No hay comentarios: