martes, 15 de diciembre de 2009

...LOS JÓVENES SON ESTUPENDOS...

El otro día me hallaba esperando un autobús a media tarde. Me trasladaría al pueblo de Maracena, en las afueras de Granada, con una certera ilusión por desarrollar mi programa de radio semanal, EL ALTERNE, en la emisora oficial del ayuntamiento de dicho municipio. La espera estaba resultando de lo más agradable mientras pensaba en la introducción que haría al conectar los micrófonos cuando ante mi vista dos jovencitas y un jovencito, de unos 14 años todos ellos, se apoyaron en la marquesina de la parada del BUS y comenzaron a tirar las cáscaras, de las pipas que se estaban comiendo, al suelo. Los miré fijamente con ánimo de reto pues disponían de una papelera a menos de un metro de su posición. Observé que les daba todo igual, y al cabo tuve una experiencia cercana con dos niñas que también tiraban las cáscaras a la acera y les referí en aquella ocasión que si eso es lo que les enseñaban en el colegio y una de las niñillas me miró con descaro y peló una pipa y me la tiró en dirección a mi pie y me percaté que, debido a la chulería de ambas, lo mejor era dejarlo correr y que de mayores se las harten a joder ya que sospeché que de decirles algo más me complicaría la existencia, digo que en ese preciso instante y rodeado de viajeros no quise callarme y les expresé mi malestar y que utilizaran la papelera recibiendo por toda contestación una indiferencia considerable, y poco tardaron en marcharse.
Una hembra algo más joven que yo, de unos cuarenta años, pasó por delante de mis ojos para depositar una colilla de un cigarro en dicha papelera. Le ofrecí mis respetos, le hizo gracia, por lo que entablamos conversación sobre el civismo ciudadano y la educación juvenil de antes y de ahora, y lo maniatados que nos deja la Ley de Protección del Menor.
El tránsito de personas era considerable y poco tardó la papelera en aparecer de nuevo en mi vida, como protagonista una chica, de unos dieciséis años más o menos, que tiró la colilla de su apurado cigarro justo al lado del utensilio. No me contuve y le regañé el gesto: “oye, si es que te cuesta menos trabajo alargar la mano y tirar el cigarro al cenicero de la dichosa papelera que al suelo, hija…”; y, cómo no, me replica: “a ti que te importa”. Me hubiera gustado decirles algo a sus padres de inmediato.
Cruzamos miradas compinchadas, ahora, la mujer que sí utilizó el cenicero y éste que relata. Quise dar el paso para iniciar una nueva conversación con ella pues me había atraído en el acto y solté: “¡Vaya!, algunos son niñatos de mierda”. Escuché una voz por detrás con mucha vehemencia: “¡Oiga!, los jóvenes son estupendos”. “Sí, lo sé abuela, pero algunos son unos niñatos de mierda”. Mi reciente compañera me dio la razón. Al rato nos despedimos, no sin intentar mi menda ligármela. Mas, daba la sensación de estar felizmente casada. Después, al despedirnos me comentó que intentaría prestarles más atención a sus hijos adolescentes.
Llegué a la emisora y a la hora de emitir fracasé. La tecnología no me acompañó en esa ocasión. ¿Sería por el disgusto que me llevé con los menores de edad? Claro que algunos menores se comen las hamburguesas de un bocáo y se inflan a fumar canutos y beber alcohol los sábados, si es que acaso no acaben pegándole a los profesores y a sus madres.
En ocasiones: es un gran consuelo estar, o ser, soltero.
SUERTE.

2 comentarios:

MANUELO dijo...

Qué está pasando?

EL PUPAS dijo...

Es verdad lo que dices, una vez un niño de 14 años me estaba insultando y lo cogí del pescuezo, y pasó por allí el 092 y me denunciaron los policías a mí aunque el niño no lo hizo. Ellos sólo querían escaquearse un día de su trabajo por ir a un juicio. La madre del niño retiró la denuncia porque estaba hasta el coño de su hijo.